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![]() Dos libros de reciente aparición ponen de manifiesto una contradicción en la evolución del paladar de la población estadounidense. En los últimos 20 años los norteamericanos aprendieron a adorar la pizza, la hamburguesa, las gaseosas y los caramelos. Pero también en ese mismo período fueron aprendiendo paulatinamente a apreciar el queso importado, las verduras orgánicas y exóticas, el agua mineral y el café saborizado. Aproximadamente 20% de la población total come tres veces por semana en lugares de comida rápida y 15% bebe una taza de café especial todos los días. Veinte años atrás, la dieta era muy diferente. En los supermercados los quesos eran locales, el café era instantáneo, el jugo de naranja venía en botellas plásticas y la lechuga era de sólo dos clases. Hoy, los consumidores comen cosas que hace 20 años habrían rechazado de plano - sushi, tofu, brotes - y llenan sus alacenas con ingredientes desconocidos hasta hace algunos años: aceite de oliva extra virgen, aceto balsámico, queso de cabra, tomates secos y vegetales exóticos como la rúcula. En libro que Eric Schlosser tituló "Fast Food Nation: The Dark Side of the All-American Meal", muestra que Estados Unidos se está convirtiendo en una nación de obesos con comida barata y fácil perfeccionada por cadenas multimillonarias como McDonald's, Wendy's y Burger King. David Kamp muestra la otra cara en "In The United States of Arugula: How We Became a Gourmet Nation". Allí dice que precisamente cuando la comida rápida se incorporó a la cultura nacional, también surgió un ideal de comida fina. ![]() "Puede que seamos adictos a las grasas, al azúcar, sal y comidas al paso, pero también reverenciamos el cappucchino, las croissants y la rúcula. Kamp explica que la Segunda Guerra Mundial llevó el placer de la fina cocina francesa a Estados Unidos; cuenta cómo llegaron a Nueva York oleadas de cocineros franceses en busca de refugio y y en poco tiempo instalaron restaurantes que pronto fueron un éxito. Paralelamente, los soldados en el extranjero conocían nuevos mundos culinarios. Y así, hubo novedades en casa y experiencias con la cocina europea, El paladar del estadounidense, costumbrado a la comida insípida y poco imaginativa, cambió para siempre. Su narrativa es optimista: "La comida es un área de la vida norteamericana donde las cosas van a seguir mejorando".. "Los Estados Unidos de la rúcula" es más que una historia de los hábitos alimentarios del país. También es un compendio de los grandes golpes económicos de la cocina estadounidense; los libros de gran popularidad, los restaurantes de más éxito y la creación de mercados totalmente nuevos para agricultores, comerciantes y chefs. Por: Rúben Moreno - Impre.com - Comer en un restaurante a la carta o elegir uno donde predomine la rapidez del servicio conlleva, además de fijarse en el valor nutricional, mirar al bolsillo. Cada vez están siendo más los residentes que se inclinan por esta segunda opción. Los establecimientos de comida rápida se han convertido en la tabla de salvación para aquellos que buscan estirar el dinero no sólo a la hora de salir fuera sino también simplemente a la hora de poder comer. Un reciente estudio realizado por Research International lo confirma: los clientes más frecuentes tienden a consumir más comida rápida ahora debido a la presión económica, atraídos por los menús más baratos. "El 40% de la población está de acuerdo en que comer en restaurantes de comida rápida es más barato que hacerlo en casa, y el 50% de ellos se inclina por los menús de un dólar", dijo a La Opinión Alexander Kleijngled, vicepresidente de la compañía consultora. "Mucha gente está tomando decisiones basada en la presión de sus propios presupuestos, y cuando salen a comer fuera prefieren hacerlo en un restaurante de comida rápida que no sentarse en uno con mesa y mantel", señaló el economista Jack Kyser. Desde una hamburguesa con queso por un dólar hasta una con triple carne por 6.99 dólares, los restaurantes de comida rápida ofrecen toda una gama de hamburguesas con diferentes ingredientes, y la opción de acompañarlas con papas fritas y bebida. Pero las dificultades económicas están haciendo además que casi siempre los usuarios terminen pidiendo lo que menos cuesta. "Está viniendo más gente a comprar que antes, pero las ganancias han ido bajando porque de todo, todo… lo que más piden ahora son la hamburguesa de un dólar", dijo Susana Espejel, encargada de turno de un Jack in the Box en Downey, compañía cuyos beneficios bajaron un 3% entre abril y junio de este año Aunque no a todas las compañías les ha ido igual. Sirva de ejemplo que la corporación McDonald’s reportó ganancias netas de 1,190 millones de dólares durante el segundo trimestre de este año, frente a los 711 millones que sufrió de pérdidas el pasado año por estas mismas fechas. De acuerdo con el reporte de Research International, cada residente gasta de promedio al año unos 500 dólares en comida rápida. Estimando un valor de 6.5 dólares por un menú completo, suponen 76 hamburguesas consumidas por cliente. O 462 minihamburguesas en el caso de las más baratas, después de impuestos. Más de la mitad de la población elige comida rápida una vez a la semana y el 20% de ella la consume cada dos días. Mientras aguardaba su turno en la fila de In&Out, José López, un joven de 27 años, confesó que acude a los restaurantes de comida rápida entre dos y tres veces por semana, mientras que sólo lo hace como mucho dos veces al mes en los restaurantes regulares. "Y cuando vengo no gasto más de seis dólares en un combo. Eso ya sería de locos", dijo el joven. Durante el pasado mes, según el estudio, el 57% del país acudió a algunos de los restaurantes de la cadena McDonald’s, mientras que un 37% hizo lo propio en Subway y un 36% en Burger King. "Mucha gente puede estar tentada de comer comida rápida más a menudo desde que este tipo de menús ofrecen comidas de relleno a bajos precios. Pero desafortunadamente, sólo ofrece lo que llamamos calorías vacías, porque no incluyen vitaminas ni minerales, y sí mucha cantidad de energía que fácilmente queda acumulada como grasa en el cuerpo", señaló Cathy Hsu, promotora nutricionista de California Food Policy Advocates. "Con los altos precios y la situación económica, comer saludable se está convirtiendo en una tarea cada vez más difícil para la gente de California". Mientras que la cadena Subway es una de las compañías de comida rápida que ofrece los menús más nutritivos o saludables, otros restaurantes como In&Out sólo sirven hamburguesas con papas fritas y bebida. "Pero ni siquiera los restaurantes que ofrecen las opciones más saludables están incluidas en los menús más baratos, y los clientes no es siempre lo que eligen", añadió Hsu. "Sabemos que particularmente los niños están comiendo más comida rápida que cualquier otra, en patrones superiores a los que hemos visto en años anteriores", dijo Helen Lee, investigadora experta en obesidad, del Instituto de Políticas Públicas de California. "Y aunque puedan resultar más convenientes por falta de tiempo, esas comidas no son saludables para mantener una buena salud a largo tiempo" En los restaurantes de Burger King se pueden comprar ensaladas de lechuga y vegetales desde un dólar. La más cara, que incluye pollo, cuesta .49, aunque "la gente sigue prefiriendo la hamburguesa de un dólar", señaló Silvia García, cajera de esta cadena. "A los niños tenemos la opción de cambiarles las papas por trocitos de manzana". "Cada vez más personas demandan menús más saludables y los restaurantes de comida rápida van cumpliendo con esos esfuerzos, pero sucede que cuando el niño llega al restaurante prefiere pedir la comida chatarra de la hamburguesa y las papitas en lugar de la ensalada", dijo Kyser, vicepresidenta de la Corporación de Desarrollo Económico del Condado de Los Ángeles. Sin embargo, todavía hay quien, pese a las dificultades económicas, sigue viendo la cocina de casa como el lugar más rentable para dar de comer a los suyos. "Si vamos a McDonald’s es por algún antojo de los chiquillos… y le compramos lo más barato para entretenerles la lombriz", dijo Rafael Félix, padre de seis hijos al que no le alcanza el dinero porque "de cada cinco dólares que gano tengo que gastar siete". "Pero en casa se pueden hacer comidas igual o más baratas, sean sopas o frijoles, que además llevan el amor de mi esposa", añadió. Otra alternativa para comer saludable es recurrir a los bancos regionales de alimentos. El que sirve a la población de Los Ángeles ha visto aumentar en un 18% la cantidad de comida distribuida hasta ahora entre el pasado año y el presente. "De 8.4 millones de libras de comida hemos pasado a dar 9.8 millones de libras", indicó Jeff Dronkers, portavoz del banco alimenticio. "Pero sobre todo, tratamos de buscar comidas que les ayudan porque sean nutritivas, no sólo algo con lo que se llenen el estómago". 29/07/2008 17:53. Jaime Ariansen Céspedes Por: C. Castro Carbón – El País - España Comer demasiadas hamburguesas puede producir obesidad y aumento del colesterol. Al igual que se avisa en los paquetes de tabaco, los consumidores deberían estar advertidos de las consecuencias del consumo de ciertos alimentos. Los cambios en la dieta han sido vertiginosos en los últimos años y, como señalan expertos en nutrición, la tendencia es a peor. Comer mal, además, no sólo produce obesidad, diabetes o problemas cardiovasculares. Están aumentando las alergias e intolerancias y también otros trastornos, de carácter más leve, que merman la calidad de vida. Hasta tal punto que, si no se invierte esta tendencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé algo nunca visto: que los nacidos después de 2000 tengan menos esperanza y calidad de vida que los que nacieron antes. Manuel Serrano-Ríos, catedrático de Medicina Interna de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de Medicina, opina que "globalmente, una mala nutrición es un factor de riesgo más grave que el tabaco, ya que su impacto es mayor sobre muchos sistemas". Un grupo de expertos del Consejo Científico del Instituto Danone, que preside Serrano-Ríos, debatió la semana pasada sobre la importancia de invertir la mala tendencia en la alimentación durante un curso sobre nutrición y salud pública en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Pilar Cervera, ex directora del Centro de Enseñanza Superior de Nutrición y Dietética, también opina que las secuelas de comer mal se extienden más que las del tabaco. "Por eso tienen efecto las luchas contra el tabaco, porque se habla de consecuencias más concretas", asegura Cervera. La obesidad, que ha sido la primera enfermedad no infecciosa de la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara una pandemia, es la consecuencia más visible de una mala alimentación. Pero la necesidad de volver a la dieta mediterránea se apoya además en otros factores: "La prevalencia de alergias e intolerancias ha aumentado muchísimo en los últimos años", afirma Ascensión Marcos, experta del Grupo de Inmunonutrición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "Los malos hábitos en la alimentación repercuten en el sistema inmune", incide Marcos, "y aunque muchas alergias e intolerancias alimentarias están sin diagnosticar, se está diciendo que en 2010 entre el 40 y el 50% de la población europea va a padecer algún tipo de alergia". La dificultad de diagnóstico se extiende a otros de los efectos de la mala nutrición, "trastornos sin gravedad pero que van mermando la calidad de vida, y de los que la gente no se preocupa hasta que no son verdaderos problemas", afirma Pilar Cervera. "El estreñimiento es uno de los más comunes, del que se pueden derivar hemorroides o fisuras anales, que a la vez pueden terminar en anemia por pérdidas de sangre; en general hay todo un subgrupo de trastornos ligados a una mala alimentación; mala hidratación, que da problemas de piel, de cabello... y estos pequeños trastornos simplemente se van asumiendo, por lo que no desaparecen o empeoran hasta que son realmente graves", explica la experta del Instituto Danone, que aboga por una alimentación variada y con horarios establecidos como solución a estos problemas. Son muchos los factores que influyen en la mala nutrición. Aparte del estilo de vida, "la tecnología de alimentos", afirma Serrano-Ríos, "ha contribuido a incluir en alimentos procesados ingredientes que facilitan la alergia; el consumo preferencial de determinados alimentos, a la vez que los nuevos métodos de laboratorio han contribuido a que se desarrollen estos problemas". Para los expertos se trata de una especie de paradoja: la mejora del nivel de vida no ha hecho sino empeorar la calidad o el equilibrio en la alimentación y poner en grave peligro la dieta mediterránea. "Los españoles comemos mucho, comemos mal, apenas hacemos ejercicio físico y dormimos menos horas de las convenientes", afirma Isabel Ávila, miembro del Instituto Danone y presidenta de la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU), que acaba de presentar un estudio sobre hábitos saludables. El resultado ha sido un "suspenso absoluto". Según el informe, tan sólo el 6,6% de la población alcanza los objetivos de alimentación saludable respecto al consumo de frutas, verduras, pescado y legumbres. Unos datos poco alentadores y mucho peores en equilibrio que los de los últimos años: "Antes era menos habitual que los jóvenes tomaran tantas calorías y no estaba en este peligro la dieta mediterránea; no sabemos por qué, pero aunque cada vez somos más exigentes con la salud y con la alimentación, al final nos cuidamos menos y nos alimentamos peor", afirma Ávila. No están claras las razones del aumento ni tampoco la solución, pero existe consenso sobre cuál debe ser la principal vía de combate: la educación es la base para modificar unos hábitos más difíciles de cambiar conforme avanza la edad. "Esta falta de formación, de atención a la nutrición para una vida saludable, repercute en otros ámbitos muy graves, ya que se produce un riesgo de manipulación, porque la gente se cree todo lo que le cuentan sobre dietas, lo que se anuncia en televisión", asegura Serrano-Ríos. Un grave desconocimiento que se transmite de padres a hijos: "Los niños son grandes imitadores, por eso es muy importante que toda la familia coma lo mismo, eso de preguntarles a los niños qué quieren comer no se hacía en mi época", dice Cervera, "es vital que toda la familia coma lo mismo e introducir al niño pronto en la mesa familiar". La responsabilidad es tanto familiar como escolar. Los expertos coinciden en que la educación alimentaría es un apartado olvidado y que es necesario potenciarla a todos los niveles de la educación. "En la asignatura de Educación para la ciudadanía", afirma Serrano-Ríos, "y en la carrera de Medicina, donde ni siquiera está bien reflejada la importancia de la nutrición; los médicos tienen una formación muy escasa, yo diría que casi ha habido menosprecio en este sector". La poca consideración que se ha dado a la nutrición no evita la existencia de otra paradoja. Hay preocupación, pero no acción. El estudio revela que el 75% está preocupado por llevar una dieta sana, aunque a la hora de la verdad todo se quede en buenas intenciones. La presidenta de CEACCU cree que, en general, la sociedad padece "poca información y menos formación". Problemas de etiquetado y de tiempo para cocinar se suman al desconocimiento. Pilar Cervera asegura que para adquirir esta educación "hay que conocer los grupos alimentarios y mezclarlos de forma equilibrada". La experta en nutrición cree que "la dietética no está reñida con la gastronomía, es necesario cuidar la presentación y controlar la grasa y sal, pero tampoco eliminarlos". Factores que hagan más atractiva la variedad, sobre todo en lo que concierne a los niños, pueden ser clave para conseguir un cambio en esta cultura que se aleja peligrosamente de la dieta mediterránea. Un atisbo de esperanza viene de la mano de la crisis. Ávila cree que la coyuntura económica "está cambiando ligeramente los hábitos, las familias están recuperando buenas costumbres en la mesa". Los productos base de la dieta mediterránea son, de hecho, algunos de los más económicos. Las legumbres, vegetales o los cereales cumplen ambos requisitos y tienen en este momento su oportunidad perfecta para recuperar el protagonismo en la mesa. Y es que, a la hora de comer, nada como los platos de la abuela. |