Resumen la escultura gótica funeraria en la ciudad de Burgos experimentó una gran evolución a lo largo de la Baja Edad Media, sobre todo, desde mediados del siglo XV.






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La escultura funeraria gótica en Burgos. Los sepulcros reales de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet en el monasterio de Las Huelgas y el de Juan II e Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores.

José Antonio CHELLE ORTEGA

Universidad Complutense de Madrid. Máster en Estudios Medievales.

RESUMEN

La escultura gótica funeraria en la ciudad de Burgos experimentó una gran evolución a lo largo de la Baja Edad Media, sobre todo, desde mediados del siglo XV. La ciudad, bañada por el rio Arlanzón, cuenta con tres espacios religiosos donde la proyección de la memoria regia a través de los sepulcros llega a alcanzar cuotas inimaginables: el real monasterio de las Huelgas de Burgos, la Cartuja de Miraflores y la catedral de Santa María. El objetivo será analizar los enterramientos regios de los dos primeros centros, dejando a un lado los de la catedral, ya que en ella se enterraron mayoritariamente miembros del cabildo catedralicio y de la alta nobleza burgalesa. Los sepulcros de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet y de Juan II e Isabel de Portugal coparán el presente trabajo.

Palabras clave: Burgos, sepulcros, escultura, motivos y temas, Gil de Siloé.

Gothic funerary sculpture in Burgos. The royal sepulchers of Alfonso VIII and Leonor of Plantagenet in the monastery of Huelgas and of Juan II and Isabel of Portugal in Cartuja of Miraflores.

ABSTRACT

The Gothic funeral sculpture on the city of Burgos experimented a great evolution along the Low Middle Ages, especially, from middle of the 15th century. The city bathed by the river Arlanzón, possesses three religious spaces where the projection of the royal memory across the sepulchers manages to reach unimaginable quotas: the royal monastery of Las Huelgas, the Cartuja of Miraflores and the cathedral of Santa Maria. The aim will be to analyze the royal burials of the first two centers, leaving aside those of the cathedral, since in her there were buried for the most part members of the cathedral chapter and of the high nobility burgalesa. The sepulchers of Alfonso VIII and Leonor de Plantagenet and of Juan II and Isabel of Portugal they were cornering the present work.

Keywords: Burgos, sepulcros, escultura, motivos y temas, Gil de Siloé.

El porqué de los enterramientos

Como bien dice Huizinga “el duelo, además de su propia posibilidad de expresión, tenía otra, en forma de arte, duradera y poderosa: el monumento funerario”1. Para el cristiano el sepulcro era un monumento profundamente religioso, en tanto que expresaba la fe ardiente, la esperanza y el respeto.

Por otro lado, existía una gran preocupación acerca de dónde debían de situarse estas sepulturas. Fue a finales del siglo XII cuando se estableció la costumbre de enterrar en las iglesias y levantar monumentos en torno a dichos enterramientos. Además, esta elección donde el cuerpo podía descansar después de la muerte, fue acompañada de una disposición de bienes a favor del centro religioso2; a cambio, el cristiano, fruto de esta generosidad, deseaba que los clérigos o monjes de la iglesia o monasterio favorecidos rezaran por ellos.

A los ojos de los fieles, fueron los monasterios los espacios que mayoritariamente se eligieron como lugar de enterramiento. Numerosas órdenes supieron explotar este sentimiento religioso y espiritual. En este sentido, fueron los benedictinos, la Orden del Císter y los franciscanos los que jugaron un papel de mayor envergadura, acogiendo en sus conventos incluso a miembros de estirpe real.

La elección de Burgos y la evolución de los espacios funerarios.

La elección de Burgos por parte Alfonso VIII e Isabel I como la ciudad donde verían la luz sus respectivos proyectos no fue fruto de la casualidad.

Desde que Castilla se convirtió en reino en el siglo XI, comenzó a experimentar un crecimiento, sobre todo, a nivel demográfico y económico, que tuvo como principal consecuencia el florecimiento de la vida urbana. Burgos se convirtió en la ciudad más importante del reino, experimentando un crecimiento paralelo, pasando a ser conocida como “cabeza de Castilla”. Los factores que propiciaron este ascenso de la ciudad fueron principalmente dos: el traslado allí en 1075 de la primitiva sede episcopal de Oca por el rey Alfonso VI3 y el desarrollo y consolidación del Camino de Santiago4. Gracias a esto último, Burgos, que hasta ese momento había sido un enclave de marcado carácter militar, dejó de serlo para pasar a caracterizarse como una ciudad comercial e industrial.

El crecimiento de la ciudad alcanzó su momento culmen en el reinado de Alfonso VIII. Fueron numerosas las iniciativas del monarca y de la reina, doña Leonor de Plantagenet, y a ellos, se debe una de las realizaciones artísticas más importantes y decisivas, el monasterio cisterciense de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos. Desde finales del siglo XII y principios del XIII, el monasterio de Las Huelgas, panteón real, acogió a varios miembros de la familia real. Esta posición predominante la fue perdiendo a lo largo del siglo XIV, lo que no quiere decir que dejara de ser el lugar de enterramiento de algunos miembros de estirpe real, pero sí que los reyes sustituyeron este espacio por otros como Toledo o Sevilla. Por otro lado, a medida que Las Huelgas perdía posiciones, las ganaba la catedral, en donde hacia la mitad del siglo XIII comenzaron a construirse los primeros sepulcros, tanto en el coro como en las distintas capillas, destinadas en su mayoría a miembros del cabildo catedralicio. Ya en la centuria siguiente, la catedral comenzó a ser elegida también por algún miembro de la realeza, como los infantes don Sancho, don Juan y doña Beatriz, cuyos sepulcros se emplazaron en el presbiterio de la catedral5. En el siglo XV, el monasterio quedó totalmente relegado de su función de panteón, que pasa en su totalidad tanto a la catedral, donde se siguen enterrando obispos, canónigos, arcedianos, abades y arciprestes, como al resto de las iglesias, señalando las de Santa Águeda, San Lesmes y San Nicolás. Tampoco hay que olvidar el papel destacado de la iglesia de la Cartuja de Miraflores, espacio elegido para el enterramiento de los reyes Juan II e Isabel de Portugal y del príncipe Alfonso6, hacia el final del periodo medieval.

El real monasterio de las Huelgas de Burgos

La fundación del monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos fue uno de los procesos más importantes que acaecieron en el reino de Castilla durante la Plena Edad Media. En él hay que destacar el papel que desempeñaron tanto Alfonso VIII como la reina Leonor. Como bien señala Julio González, Alfonso VIII intentó poner en marcha su proyecto en Toledo, moviendo todos los hilos para que las monjas cistercienses se establecieran en la ciudad. Sin embargo, ante la negativa del concejo, el rey, en vez de proceder a la fundación de un nuevo monasterio, intentó satisfacer sus deseos en base a uno ya existente, el de San Clemente, entregado a las monjas benedictinas por parte de Alfonso VII y que contó con un fuerte patrocinio de Sancho III, que propició que la comunidad fuera autosuficiente. La línea de actuación de Alfonso VIII fue la siguiente: además de confirmar todos los privilegios y donaciones de sus antecesores, y de disponer que el monasterio quedara bajo la observancia del Císter, el centro quedó bajo protección real, tras lograr la aprobación del arzobispo don Cerebruno y el cabildo catedralicio. Sin embargo, a pesar de que el monasterio contó con la beneficencia regia, éste no llegó a satisfacer las ilusiones del rey Aun así, los reyes no desistieron por completo de su idea original, y al poco tiempo volvieron a impulsar el proyecto, centrando su mirada en Burgos donde se daban condiciones posiblemente más favorables.

Los primeros pasos del proyecto alfonsí en San Clemente nos pueden servir de punto de partida para hablar de cuándo comenzó a ser visible el propósito regio de una nueva e importante fundación cisterciense bajo el patrocinio directo de la corona. Si este primer paso previo a la fundación se dio a mediados de la década de los setenta del siglo XII, es plausible que ésta se hubiera producido en la década siguiente, una hipótesis que puede tener una sólida defensa en los deseos que tenía el monarca por llevar su gran ideal a cabo. Si centramos nuestra mirada en uno de los grandes cronistas de la época, el arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada, éste señala que la fundación se hizo efectiva tras la batalla de Alarcos en 11957, afirmación totalmente falsa si atendemos al documento fundacional, fechado a 1 de junio de 1187. Por su parte, Julio González aporta algo de luz al respecto, planteando además uno de los asuntos más espinosos sobre Las Huelgas: su relación con el monasterio de Santa María de Huerta.

De una de sus visitas a este cenobio, concretamente la que realizó el rey en 1179, señala Julio González que el ideal alfonsí volvió a renacer. Junto a ello, este autor indica que el momento en el que comenzó a ponerse en pie la fundación fue 1181, año en el que tanto el rey como la reina se encontraban en la ciudad burgalesa, a la espera del nacimiento de su heredero, sucediendo tal acontecimiento el día de Resurrección. Este hecho provocó enorme alegría entre los reyes, algo que contribuyó enormemente a su puesta en marcha, y, aunque el infante murió a los pocos días de comenzar su vida terrenal, tal acontecimiento estimuló aún más la fundación del monasterio burgalés8.

Durante el año 1186 el rey, en busca de apoyos, dotó y confirmó toda una serie de privilegios a algunos de los monasterios cistercienses castellanos, como el de Rioseco, Óvila, o Santa María de los Huertos de Segovia, dando así claros signos de apoyo a la Orden y su consolidación en Castilla. Este hecho favoreció el que, a finales de mayo de 1187, un grupo de monjas encabezadas por doña Misol ya estuvieran instaladas en la ciudad burgalesa. Sólo faltaba la acción del rey, quien acompañado de su mujer e hijas, otorgó la escritura de dote, manifestando en ella que, en deseo de alcanzar un puesto en el cielo9, mandaba construir un monasterio en honor a Dios y la Virgen María en la vega de Burgos, Santa María la Real, que quedaría bajo la observancia del Císter10. Seis meses después, el 3 de enero de 1188, el papa Clemente III amparaba bajo la protección de San Pedro y confirmaba lo expuesto por el rey en la carta fundacional11 (fig. 1).

Con la construcción de este complejo, que según el diploma de fundación, se hizo “en descargo de los pecados del rey12”, y que se convirtió en panteón real por excelencia de la monarquía castellana durante el siglo XIII, se comienza a desarrollar en el reino el arte cisterciense, iniciándose un cambio de estilo, una transición en apenas pocos años que fue desde el románico al gótico. Este nuevo estilo alcanzó un primer momento de máximo apogeo durante el reinado de Fernando III13, experimentando una fase de declive desde finales de siglo, perdurando durante toda la centuria siguiente, para después volver a experimentar un fuerte desarrollo desde mediados del siglo XV, con especial brillantez en el reinado de los Reyes Católicos14. Sin embargo, el monasterio no experimentó entre sus muros esta segunda frase de apogeo estilístico, siendo reemplazado por la construcción de nuevos espacios, como la Cartuja de Miraflores, donde sí podemos apreciar la evolución del arte gótico, sobre todo desde el punto de vista de la escultura funeraria, hacia formas caracterizadas por el perfeccionamiento15.

Si nos centramos en la escultura gótica, hay que decir que ésta fue una de las manifestaciones de poder de la realeza más importantes durante toda la Plena y Baja Edad Media. En el monasterio de Las Huelgas, en el coro de la iglesia, se encuentran situados a día de hoy los sepulcros de Alfonso VIII y la reina doña Leonor, quizás las dos manifestaciones artísticas más importantes de la época en este ámbito.

La muerte de los fundadores y sus sepulcros.

La muerte sorprendió a Alfonso VIII, el 6 de octubre de 1214, en una pequeña aldea conocida como Guitierre Muñoz. Según el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada, el cuerpo fue introducido en un ataúd e inmediatamente se pusieron en camino, llegando a Valladolid con suma rapidez, donde la comitiva fúnebre entraba el mismo día de su muerte. En Valladolid tuvo lugar el embalsamiento del cuerpo del difunto rey, así como la preparación de todo lo necesario para la conducción de los restos al lugar de sepultura que él había elegido, es decir, al monasterio cisterciense de Las Huelgas de Burgos, donde ya reposaban los restos del infante don Fernando, muerto tres años antes, del infante don Sancho, y de la infantas doña Sancha y doña Leonor16. Aquí se celebraron las honras fúnebres, presididas por la mayor de sus hijas, la reina Berenguela, y oficiadas por el arzobispo toledano y los obispos de Palencia, Sigüenza, Osma, y Segovia. Junto a ellos, según los diplomas reales, también acudieron los obispos de Ávila, Cuenca, Calahorra y naturalmente el de Burgos, don Mauricio, a pesar de que todavía no había tomado posesión de su cargo17.

La ausencia de la reina doña Leonor en las honras fúnebres de su marido estuvo motivada por su débil estado de salud. Poco tiempo después de tan fatídico acontecimiento, llegó a Burgos, donde permaneció retirada con su dolor. Poco a poco, comenzó a vislumbrar que en un futuro no muy cercano se reuniría de nuevo junto a su marido, por lo que comenzó a guardar cama para no volver a levantarse. Fue Jiménez de Rada quien, al igual que hizo con Alfonso VIII, administró los últimos sacramentos a la reina, la cual dejó nuestro mundo veintiséis días después que su marido, es decir, el 31 de octubre de 1214. Fue sepultada junto a su marido, oficiando las honras fúnebres el ya citado arzobispo de Toledo18.

Los sepulcros de los reyes se encuentran emplazados en la nave central de la iglesia del monasterio, justo al comienzo del coro. Este emplazamiento no parece ser el original, ya que inicialmente, los cuerpos de los reyes permanecieron en la capilla de la Asunción, trasladándose en tiempos de Fernando III a la ubicación actual19. El primer elemento que hay que estacar es el pódium, realizado en piedra caliza y de forma cuadrangular, sobre los que reposan los sepulcros de los reyes fundadores20.

En cuanto a los sepulcros, dos arcas rectangulares, bien encuadradas, cubiertas con sendas tapas a doble vertiente, están realizados en piedra caliza policromada. Éstos se apoyan sobre dos pedestales de piedra rematados en prótomos de felinos fantásticos, afrontados dos a dos, en cada lateral, cuyo realismo se puede constatar en los detalles bien marcados por fuertes incisiones, siendo los que están situados en la cabecera ligeramente más grandes que los de los pies21.

En la decoración de los laterales y la parte superior, hay que destacar que es igual para ambos casos. En un gran friso central se sitúan dos castillos en medio relieve incluidos dentro de una arquería polibular, y las enjutas de la misma están decoradas con un motivo vegetal de tres hojas. Enmarcando el friso se disponen cenefas vegetales de hojas de hiedra a lo largo del mismo. Los fondos, tanto en los laterales como en las tapas, son de color azul oscuro, siendo de color dorado los relieves22(fig. 2).





Fig. 1. Vista exterior de la iglesia, Nave de los Caballeros, atrio y torre del Monasterio de Las Huelgas23.

Fig. 2. Sepulcros de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet24.
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