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EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO «TEOLOGÍA PASTORAL». Itinerario y estatuto de una Teología de la acción eclesial1 RAMIRO PELLITERO SUMARIO: I. ITINERARIO HISTÓRICO DE LA TEOLOGÍA PASTORAL HASTA EL VATICANO. II. l. La Teología pastoral como ciencia del «pastor»: de la «práctica» al contexto histórico-salvífico. 2. El marco eclesiológico: el legado de Tubinga. 3. El episodio de la «teología kerigmática». El «Handbuch der Pastoraltheologie». 4. La reflexión teológico-pastoral del Concilio. II. EVOLUCIÓN DE LA TEOLOGÍA PASTORAL DESPUÉS DEL VATICANO II (SEGÚN ÁREAS LINGÜÍSTICAS). 1. Desarrollos en el área de habla alemana. 2. La Teología pastoral en el área francófona. 3. Evolución de la Teología pastoral en Italia. 4. La Teología pastoral en España. 5. La Teología práctica en el ámbito anglófono (especialmente los Estados Unidos). III. ESTADO ACTUAL DE LA «TEOLOGÍA PASTORAL». 1. Una «verdadera y propia disciplina teológica»: objeciones y respuestas. 2. Acuerdo (relativo) sobre el objeto y método de la disciplina. 3. Núcleos o pilares desde el punto de vista epistemológico. El concepto de Teología pastoral2 ha experimentado una evolución en el siglo XX, como consecuencia de cambios notables en la comprensión de sus contenidos y finalidades. Cabría señalar que esa evolución y cambios han tenido lugar en paralelo con los itinerarios de la teología, la vida de la Iglesia, y la manera de captar la relación entre la Iglesia y el mundo 32. Puede decirse que la disciplina se ha hecho camino en su esfuerzo por librarse de dos obstáculos que afectan, respectivamente, a su posición en el conjunto de las disciplinas teológicas y a los interesados en cultivar esa disciplina. Nos referimos, en primer lugar, a la idea de que la Teología pastoral sería un puro corolario práctico de la Teología sistemática; en segundo lugar, a la actitud de quienes pensaron que incumbía solamente a los pastores. Adelantemos nuestra tesis, que figura ya en el subtítulo de estas páginas: la Teología pastoral ha ido evolucionando desde una comprensión de esta disciplina como ciencia «práctica» del pastor hasta ser concebida en la perspectiva profunda e histórica de la acción de la Iglesia entera. Ese itinerario ha venido marcado por el redescubrimiento de la dimensión pastoral de la reflexión teológica misma. En el «centro teológico» del siglo XX se sitúa el Concilio Vaticano II, que supone un antes y un después para la Teología pastoral en el ámbito católico. Posteriormente nuestra disciplina se desarrolla discretamente en todo el mundo, presentando distintos subrayados según áreas y sensibilidades, como se verá en la segunda parte de este trabajo. El debate sobre su identidad y su método se intensifica durante los años noventa. Hoy pensamos que puede ofrecerse un sustancial acuerdo sobre la base de los elementos que sintetizamos en la tercera parte de nuestro estudio. I. ITlNERARlO HISTÓRICO DE LA TEOLOGÍA PASTORAL HASTA EL VATICANO II Señalaremos a continuación únicamente los jalones más representativos en la evolución de la disciplina hasta el Concilio Vaticano Il. Esta evolución se da sobre todo en el ámbito de lengua alemana. 1. La Teología pastoral como ciencia del «pastor»: de la «práctica» al contexto histórico-salvífico Los comienzos de la Teología pastoral como ciencia teológica autónoma tienen lugar fundamentalmente en el área alemana4. Como es bien sabido, la disciplina en cuanto tal nace en contexto febroniano, a raíz de un decreto de la emperatriz M. Teresa de Austria en 1774 que confía al benedictino F. S. Rautenstrauch (1734-1785) la reforma de los estudios teológicos. En su «Proyecto para una mejor ordenación de las escuelas teológicas» define la Teología pastoral como «la enseñanza sistemática de los deberes del ministerio pastoral», sobre el presupuesto de la «cura de almas». Tres años después de ser nombrado director de la Facultad teológica de Viena, Rautenstrauch instituye su «Curso Práctico» («Unterricht von Pflichten des Pastoralamtes», Wien 1777), donde recoge los tres deberes de los pastores: la enseñanza, la administración de los sacramentos y la edificación de los fieles (sobre todo con el ejemplo del pastor)5. El periodo que aquí comienza suele considerarse como un periodo «aplicativo» de la Teología pastoral, en cuanto que su finalidad se inserta en la idea de «cómo la teoría de la teología debe aplicarse en modo concreto y útil a la práctica de la vida humana». En la línea de Rautenstrauch se sitúan autores como J. Lauber, E Ch. Pitroff, E Giftschütz, A. Reichenberger y K. Schwarzel6. A finales del s. XVIII y comienzos del XIX la disciplina recibe una impronta bíblica e histórico-salvífica principalmente con J. M. Sailer (1751-1832), precedente de la línea que seguirá la Facultad católica de Tubinga en cuanto a la valoración de la historia se refiere, catedrático de la Universidad de Dillinger, y obispo de Ratisbona. Sailer se enfrentó con el racionalismo de su época y fue un pastor ejemplar. Muchos le consideran el padre de la Teología pastoral en el ámbito católico7. En su obra «Lecciones sobre la Teología Pastoral» («Vorlesungen aus der Pastoraltheologie», München 1789-1820), este autor enraíza nuestra materia en la Escritura, los Padres y los teólogos medievales. Su principio teológico fundamental es: «Dios en Cristo, salvación del mundo». Le asigna como objetivo la formación de los sacerdotes para que fomenten la relación personal de los fieles con Dios en Cristo. Esta línea va a mantenerse en adelante, no sólo mientras la disciplina se centre en el pastor, sino también después, cuando «descubra» que la acción es de la Iglesia entera: el pastor seguirá teniendo su propia misión. La cuestión estará entonces en cómo se relaciona su misión con la de los otros cristianos. Hagamos un paréntesis en la evolución de nuestra disciplina en el campo católico, para señalar que entre los siglos XVIII y XIX se sitúa E Schleiermacher (1768-1834), punto de referencia de la «Teología práctica» en el ámbito protestante alemán. Influido por el romanticismo (sobre todo de Schelling), intenta distanciarse del iluminismo, y se centra en la «religión del sentimiento». Considera la teología como una tarea eclesial y eminentemente práctica, al servicio de la guía de las almas. Dentro de ella distingue tres disciplinas: teología filosófica, histórica (dogmática) y práctica (la «corona» de la teología»). Esta última operativas en la acción eclesial8. 2. El marco eclesiológico: el legado de Tubinga Con A. Graf (1814-1867), profesor de la Facultad católica de Tubinga, la disciplina alcanza su marco eclesiológico. Su obra se titula «Presentación crítica de la situación actual de la Teología práctica» («Kritische Darstellung des gegenwártigen Zustandes der praktischen Theologie», Tübingen 1841). Graff —discípulo de J. A. Möhler— reprocha a Schleiermacher el haber querido reducir la teología a la práctica, y recorre el camino opuesto, elevando la teología práctica al nivel especulativo. Para él la Teología práctica —así la llama para que no se confunda con algo sólo propio de los pastores— no existe porque la teología tenga un interés práctico, sino porque «la Iglesia es una realidad que se edifica a sí misma». Graf concibe esta materia como autoconciencia científica de la Iglesia en su autoedificación (Selbsterbauung), con vistas a mejorar la acción eclesial en el futuro. Sobre la Iglesia se puede reflexionar teológicamente, según Graf, desde tres perspectivas que están conectadas entre sí: la histórica (estudiada por las Ciencias bíblicas y la Historia eclesiástica), la teórica o esencial (estudiada por la Teología dogmática y la moral), y la dinámica-histórica, que es la propia de la Teología práctica. Ésta viene definida como ciencia de las actividades eclesiales divino-humanas realizadas por medio de quienes tienen esos encargos, preferentemente por eclesiásticos. La disciplina debe estudiar los factores que influyen en la edificación de la Iglesia, bien sean factores transcendentales (Dios, Cristo, el Espíritu Santo, la gracia, etc.), bien sean instituciones (fiestas, templos, libros sagrados, etc.), o factores personales y sociales (como la espiritualidad de la comunidad según su pasado, la recíproca influencia entre sus miembros, la educación en la vida cristiana, etc.)9. Se le reconoce a Graf el mérito de haber comprendido la Teología pastoral en el contexto de la misión de toda la Iglesia, evitando la visión reducida de algunos de sus antecesores, y situándose en la línea de los predecesores del Vaticano II. Después de Graf, se vuelve a una concepción de la Teología pastoral centrada en la actividad del «pastor»10. Esta perspectiva se extiende hasta el fin de la segunda guerra mundial. Con el comienzo del siglo XX se independizan como ciencias autónomas la Homilética, la Catequética y la Ciencia litúrgica. Treinta años después del fallecimiento de Graf, nace uno de sus discípulos intelectuales que llega a conocer el Vaticano II: F. X. Arnold (1898-1969), y que fue también profesor de Tubinga. Arnold realiza una importante contribución a la Teología pastoral sobre el trasfondo de la eclesiología pneumatológica de J. A. Möhler. Afirma que siendo la Iglesia la total congregación de todos los bautizados, ella misma es, ante todo, el sujeto responsable de la actividad eclesial11. A partir de ahí, «todos son llamados, aunque no exactamente del mismo modo, al servicio de la Palabra y de la fe, a la realización del Sacramento y de la liturgia» 12. Esta actividad es la que estudia la Teología pastoral, a la que define como «teología de la acción eclesial». Arnold se fundamenta en la doctrina dogmática de Cristo, Dios y hombre, cuya mediación se extiende mediante la Iglesia a través del tiempo. A partir de ahí introduce el «Principio de Encarnación» o «Principio humano-divino»13: Cristo une en sí a Dios en su revelación y el hombre en su situación concreta; la Iglesia prolonga esa mediación que es servicio al hombre. Arnold distingue por un lado entre el «proceso de salvación», que se da entre Dios y el alma que responde con la fe y el amor al don divino, y la «mediación» de la Iglesia en la obra salvadora14. Por otra parte señala que la Iglesia no sólo es Iglesia por su origen y su esencia, sino que también «se hace» a sí misma en cuanto que se actúa expresamente obrando al servicio de la salvación del mundo15. 3. El episodio de la «teología kerigmática». El «Handbuch der Pastoraltheologie» Aunque no suele encontrarse en el desarrollo de la Teología pastoral una referencia a la «Teología kerigmática» (Verkündigungstheologie), este episodio nos parece de interés para comprender algunas cuestiones relacionadas con nuestra disciplina16. En su obra sobre «La Buena Nueva y nuestra predicación de la fe» («Die Frohbotschaft und unsere Glaubensverkündigung», Regensburg 1936), que fue leída fuera del ámbito germanófono sólo a partir de los años sesenta17, J. A. Jungmann denuncia una separación entre la teología escolástica y la predicación. A este prestigioso historiador de la liturgia se unieron otros profesores de la Facultad teológica de Innsbruck. Algunos de los que se apoyaron en él querían añadir, a la teología «científica» o escolástica, otra teología de carácter vital o catequético, centrada en el anuncio (kerigma) de Cristo. La propuesta no fue plenamente aceptada porque se llegó a la conclusión de que la teología tiene intrínsecamente dimensión Cristológica y misionera18. Pero dejó su huella en la conciencia teológica e influyó notablemente en la renovación catequética. Volviendo a conectar con la línea de Graf, del concepto de la «autoedificación» de la Iglesia procede la idea de K. Rahner sobre la Teología pastoral como ciencia de la «autorrealización de la Iglesia». Este principio fue el inspirador del «Manual de Teología Pastoral: la teología práctica de la Iglesia en su presente» («Handbuch der Pastoraltheologie: Praktische Theologie der Kirche in ihrer Gegenwart», Freiburg 19641969), dirigido por E X. Arnold, E Klostermann, K. Rahner, V. Schurr y L. M. Weber. En una perspectiva que se ha llamado de «eclesiología existencial», esta voluminosa obra ha marcado la orientación actual de nuestra materia, y ha planteado la cuestión del balance entre la reflexión que encuentra sus fuentes en la Revelación, y concretamente la eclesiología, y la reflexión que viene de las ciencias humanas19. Esta relación sigue siendo uno de los puntos donde se juega la comprensión y la operatividad de la Teología pastoral. En todo caso, y a pesar de los fermentos de renovación que surgieron entre las dos guerras mundiales —renovación bíblica y patrística, movimiento litúrgico y catequético, renovación eclesiológica y pastoral, etc.—, después de Graf y hasta el Vaticano Il, la producción teológico-pastoral siguió centrada en la función del pastor de almas20, y la Teología pastoral fue considerada como una forma «minor» de la teología. Hay algunas excepciones a partir de los años cincuenta, por ejemplo, en el área germanófila, la perspectiva, ya vista, de E X. Arnold (con su «principio humano-divino»), y de otros que desarrollan la disciplina desde ángulos diversos, como la comunidad (E Klostermann) o la psicología profunda (J. Goldbrunner). En el área francófona sobresale, como veremos más adelante, P. A. Liégé. Hasta el Concilio se discutirá si la Teología pastoral es ciencia o arte, sin encontrar una adecuada sistematización21. Como no podía haber sido de otro modo, al llegar el Concilio se redescubre la dependencia de nuestra disciplina respecto a la Iglesia. Por eso la cuestión del qué sea la Iglesia y las perspectivas eclesiológicas —quizá especialmente la sacramentalidad— van a seguir estando detrás del cómo se entienda la Teología pastoral. Comprender esto es necesario, pero no es suficiente, porque la Iglesia está en relación con el mundo hoy de modo diferente respecto a ayer. Y de otro lado, porque la acción pastoral necesita de un diálogo con las ciencias que estudian el mundo, la sociedad y el hombre, tal como puso de relieve la Gaudium et spes. 4. La reflexión teológico pastoral del Concilio Vaticano II Aunque la expresión «Teología pastoral» aparece sólo una vez en los documentos conciliares (SC, n. 16), la Asamblea Ecuménica ofreció elementos fundamentales sobre la concepción de la Teología pastoral. El Concilio dedicó sus cuatro Constituciones al ser y al obrar de la Iglesia. Teniendo como centro y clave la Lumen gentium, las otras tres constituciones muestran los fundamentos de la acción eclesial: la Dei Verbum estudia la Palabra de Dios; la Sacrosanctum Concilium, la Liturgia; la Gaudium et spes, el servicio de salvación que la Iglesia presta al mundo. La cuestión decisiva es el hecho de que el Vaticano II se propuso una finalidad «pastoral», hasta el punto que Juan XXIII lo preveía como un «Concilio pastoral». Ese carácter pastoral impregnó todas las tareas, diálogos y documentos. De manera especial la relación entre la doctrina y la tarea pastoral —lo que podríamos llamar la «reflexión pastoral» del Concilio— quedó representada en la Constitución pastoral Gaudium et spes. K. Rahner se preguntaba qué significado podía tener ahí la expresión «pastoral»22. El teólogo alemán parte de que lo que se refiere a la persona espiritual no puede reducirse rigurosamente de principios generales: las decisiones personales son algo más que la simple aplicación de un principio de valor general. Y ese «más» no puede deducirse de la razón abstracta, sino de la experiencia inmediata, de la acción concreta del sujeto. Ésta brota no de una reflexión previa sino de su dinamismo espiritual. Pero posee un aspecto objetivo y general susceptible de reflexión. Por eso el Magisterio puede pronunciar unas «normas» (en el sentido amplio de invitaciones, consejos, advertencias, etc.), relativas a las decisiones y compromisos de los cristianos. Ahora bien, ¿cómo puede la Iglesia saber qué normas son las adecuadas a una época o a un contexto deternimado? La respuesta no puede ser otra que la |