Los judíos en españa y américa (I)






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LOS JUDÍOS EN ESPAÑA Y AMÉRICA (I)

POR MIGUEL SERRANO

Mucho se ha escrito sobre los judíos españoles, mejor dicho sobre los judíos en España. Las obras fundamentales son las de M. Keyserling (no confundirlo con el Conde Hermann de Keyserling) y Amador de los Ríos, en el siglo pasado; la de Cesil Roth y la más amplia y exhaustiva de Julio Caro Baroja. Todas estas obras adolecen de la misma falta, son parciales a favor de los marranos o, bajo una pretendida imparcialidad y "amplitud de visión”, como gustan llamarla, escamotean el verdadero asunto. Caro Baroja se admira del hecho histórico del antagonismo esencial entre los pueblos nórdicos arios y los judíos, que se remonta al origen de los mismos. En ellos encuentra rasgos semejantes, como ser el nomadismo primero, el monoteísmo (lo que no es cierto, pues hemos visto que los arios son politeístas) y el culto de la pureza de la sangre. Y ahí se queda, pues le falta la cultura mítica y la sabiduría, como a la mayoría de los españoles, amplitud real de miras que le permitiera superar ese antigermanismo de base de los iberos autóctonos, pudiendo entender lo que aquí hemos explicado de un modo repetitivo: los judíos se apropiaron hace milenios de algo fundamental perteneciente a los arios, para desvirtuarlo mañosamente. Por lo tanto, no hay similitud. Hay robo y falsificación en la forma y la substancia y polarización en los fines. Muy difícilmente un español aceptará esto, más aún cuando se permiten afirmar que los visigodos son un pueblo extranjero y personajes filojudios o filose­mitas como Américo de Castro escriben que, "como etnia, los visigodos e hispanogermanos quedan fuera del horizonte histórico español". ¿Que es España, entonces? ¿El hombre de Neanderthal?

Por supuesto, no todos los españoles han pensado y piensan así. El mismo Pío Baroja tuvo una opinión diferente de su sobrino. Y la tuvo, desde luego, Quevedo. Ya hablaremos de esto. Por ahora deseamos citar lo escrito por Menasseh ben Israel, en su libro "Esperanca de Israel", sobre lo que descubriera en América el marrano Aharón Levi Montezinos. en

1642:

"Sobre todo, a lo qué doy más crédito es a la relación de nuestro Montezinos, portugués de nación, judío de religión, nacido en una ciudad de Portugal llamada Villaflor, de padres conocidos y honrados, de edad de cuarenta años, hombre de bien y fuera de ambición. Navegó a las Indias, y allá fue preso por la Inquisición, como sucede a otros muchos nacidos en Portugal, descendientes de los que el Rey Don Manuel hizo Christianos por fuerca (de rebus Himanuelis) iniquo y injusto; fuit quidem hoc neque ex religione factum,' y por esto aun oy, conservan y observan secretamente la ley de sus padres que por fuerca y no por voluntad dexaron".

Del judío Montezinos, o Levi, hablan muchos de los que se han ocupado de la literatura judía peninsular. Porque el asunto de los antiguos judíos y su relación con los indios americanos es muy viejo, anterior al mismo Montezinos y a Menasseh. En publicaciones de Fernández Navarrete y en escritos de Pascual de Andagoya, se lee en relación con los indios de Panamá y Burita que, además de tener costumbres y trajes parecidos, era "gente ajudiada". Bernal Díaz del Castillo en su relación de "La Conquista de la Nueva España", señala que al descubrirse el Yucatán y verse casas de cal y canto e ídolos, "unos decían que eran del tiempo de los gentiles, otros que era del tiempo de los judíos que desterraran Tito y Vespasiano de Je­rusalén y que aquí habían llegado con los navíos en que les echaron de aquella tierra..." El padre Acosta decía que se daba como argumento para sostener que os indios procedían de los judíos el que "eran medrosos descaídos v muy ceremoniáticos, agudos mentirosos" "Su hábito parece el propio que usaban los judíos porque usan una túnica o camiseta, y de un manto un manto rodeado encima; traen los pies descalzos, o su calzado son unas suelas asidas por arriba y que ellos llaman ojotas. Y que este haya sido el hábito de los hebreos dicen que consta así por sus historias como por sus

pinturas antiguas, que los pintan vestidos con este traje. Y que estos 2 vestidos, que sólo traen los indios, eran los que puso en apuesta Sansón, que la escritura nombra tunicam et syndinen, y es lo mismo que los indios dicen camiseta y monta”.

El padre José Acosta no era un convencido de que los indios éstos tuviesen que ver con os judíos. Sin embargo, los criptojudíos y los judíos que pasaron con los españoles al nuevo mundo, valiéndose del texto de Esdras relativo a las 10 tribus de Israel llevadas en cautiverio en tiempo de Salmanasar y desaparecidas luego (tras el Purim, seguramente) se hallaban convencidos que se encontraban en América. Y Levi Montesinos no hizo más que afirmar que, por fin, él había encontrado a 2 de esas tribus.

Es interesante lo que afirma del Yucatán, porque también alí se cometieron muchos sacrificios sangrientos, aún entre los Mayas.

Es importante conocer que fue la muerte del “santo niño de la guardia”, un sacrificio del Passover, en 1491, la que sirvió como motivo o excusa final para la expulsión de los judíos de España por los Reyes Católicos. Mucho se ha discutido sobre éste y otros casos similares; pero Menéndez y Pelayo, junto a otros escritores, consideraban que era verídico y auténtico.

¿ Cuándo llegan los judíos a España? José Amador de los Ríos piensa que en tiempos bastante remotos, con los fenicios. Fundaron colonias cuando, “ derramándose por el mundo apenas hubo un pueblo donde no llevaran su comercio”. Strabon, que vivía en la era de Augusto, dice: “cuatro géneros de hombres hay en la ciudad de Cirene (África): ciudadanos, labradores, extranjeros y judíos; y estas cuatro jerarquías se hallan en todas las ciudades. No será fácil encontrar lugar en toda la tierra, en donde una vez recibida esta gente, no prevalezca; porque Egipto y Cirene y otras muchas provincias han admitido su religión y mantienen grandes congregaciones de judíos, que se han aumentado con el tiempo y viven con sus mismas leyes”. Y Pilón certifica que “había colonias de judíos en todas las ciudades fértiles del Asia, África y Europa. Con seguridad las había en el litoral ibérico, aunque no en el interior todavía, hasta la destrucción del templo. Toledo, por ejemplo, fue capital de los Godos. El documento más antiguo que se refiere a los judíos en España es el Canon XLIX del concilio Iliberitano en los años 300 al 301. Dice: “ Amonéstese a los dueños de las haciendas para que no permitan que los judíos bendigan los frutos que Dios les da, para que no hagan frustánea nuestra bendición”.

Puede verse que ya en esos tiempos los judíos son mal vistos en España. Como la “Sombra negra de los Dioses Blancos”, entran en gran número, siguiendo la invasión de los Godos. Y es el rey visigodo Sisebuto el primero en tener que expulsarlos, a pesar de su natural bondadoso y justiciero.

Como hemos dicho, Caro Baroja es incapaz de aceptar la razón misteriosa y las consecuencias que de ella se desprenden de esa natural ( o innatural) enemistad entre los pueblos arios y el judío, que sólo puede llegar a penetrarse por medio de la Weltanschauung del Hitlerismo esotérico.

Si en España no hubiesen entrado los godos, esa oposición tan aguda que tcrminó con la expulsión de los judíos no se habría producido en la forma y estilo que conocemos. Aun cuando se expresó en términos de religión, valiéndose del medio extremo del Tribunal del Santo Oficio, o sea, de la Inquisición. el asunto era racial en el fondo; étnico. Es un hecho que la armazón legal de la Inquisición,. su estructura social, es gótica,. aunque el espíritu, paradójicamente, sea judaico en su intolerancia, tan ajena al alma visigoda y germánica. Y no es de extrañar. por tratarse del cristianismo judío de Roma. Además, el primer Gran Inquisidor, Tomás de Torquemada. era de ascendencia judía, marrana.

Sin embargo. la Inquisición se valió de métodos de comprobación de la pureza de la sangre casi idénticos a los que, pasando los siglos, vinieran a usar las SS. hitleristas. Se investigaba más allá de la sexta generación para saber si un cristiano estaba limpio de impurezas judías en su sangre. Las Ordenes de Caballería iban aún más lejos. En la Orden de Santiago en 1573 se estableció que "no pudiera tener hábito persona alguna que tenga raza de judío, ni moro. ni converso de parte de padre, ni de madre en ningún grado por remoto y apartado que sea". Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, el muy noble autor de “La Araucana", casi no pudo entrar, por dudarse de la pureza de su ascendencia materna, creyéndose en la existencia de un abuelo marrano. Y recordemos que don Alonso escribe en su obra inmortal: “Mira a Bermeo, cercado de maleza Cabeza de Viscaya, y sobre el puerto -- Los anchos muros del solar de Ercilla - Solar antes fundado que la villa" Vana­gloriándose así de que el linaje de su padre era más antiguo en Vizcaya que la villa donde se asentaba. Su madre, por lo Zúñiga, descendía de un rey de Navarra; pero la madre de su madre, doña Catalina de Zamudio, bien pudo ofrecer dudas. por su abuelo materno, un tal Alonso Martínez de Nájera, o Najara. médico afamado en su época. hijo a su vez de Fernand Martínez Calabaza. mercader, "ciudadano Ruano, que llaman converso”.

Aún cuando no es seguro, pues los naturales de la ciudad de Nájera asegu­raban que 'el doctor Alonso era limpio y Cristiano Viejo, con ejecutoría de hidalguía". Así era de difícil poder saber a ciencia cierta en el siglo XVI, en 1571, cuando Ercilla deseaba tomar el hábito de la Orden de Santiago, quién era marrano en España. por algún lejano confín de su sangre. Las denuncias eran a menudo malignas. Don Alonso fue admitido en la Orden de Santiago. En todo caso, con este ejemplo, que a los chilenos nos toca de cerca, deseamos hacer ver cómo los procedimientos e investigaciones de las Ordenes españolas de Caballería eran tan minuciosos, si no más, que los de la Orden Negra SS. Himmler se inspiró en ellas, se sabe.

Sin embargo, en España era muy difícil encontrar ya linajes puros. Los judíos compraron la entrada al caudal de la sangre aria visigoda, como lo hicieron también con los moros. En base del dinero y de la usura se abrieron paso a las más altas cumbres de la nobleza. Existe el "Libro Verde de Aragón". que así lo prueba. Y el mismo Rey Católico, don Fer­nando, tenía sangre judía, marrana, por su madre. Hemos hablado de Tor­quemada, también se puede hacerlo de Santa Teresa de Jesús y de Fray Luis de León, entre otros. Por esto mismo cuando los judíos sefarditas españoles fueron expulsados de España y fueron a dar a Portugal. a Amberes, en Bélgica, a Holanda, a Inglaterra, a Venecia, a Nápoles, a Turquía, a la

dalmacia y a tantos otros Sitios del mundo de aquellos tiempos se sintieron hidalgos, eran orgullosos, mantuvieron la lengua de Alfonso el Sabio y despreciaron a sus propios congéneres. También llevaban sangre visigoda en sus venas y se sentían poseedores de un estilo soberbio y aristocrático. Eran dispendiosos. Tenían el alma aún más escindida

Pero España libro una lucha étnica a muerte mejor dicho el godo español la libró. No abdicó nunca no se diopor vencido ya sea usando de la Inquisición, de las Ordenes de Caballería o como fuere, en la Península y en el Nuevo Mundo Y hay ciertas zonas donde el judío no entró por la naturaleza misma de las circunstancias de estilo e inclinación: el campo, la agricultura (odia la naturaleza) y el Ejército. Algunos hubo en las armas, pero fueron pocos (el almirante Alonso Enríquez descendía por un lado de reyes y por el otro de judíos ). En la vocación de las armas por lo general se preservó la sangre goda. Y en la verdadera nobleza porque la hidalguía no existe si no hay germanos nórdicos. Y no sólo en España. Toda aristocracia terrestre es un asunto de raza de etnia. No sé de qué otra aristocracia se pueda hablar, si no es de la sangre, de la raza. Cuando algunos españoles se refieren a títulos nobiliarios y a nobleza, queriendo hacer de lado la etnia, me son absolutamente sospechosos. No hay mas nobleza en España si no se origina en los godos, en la pureza de un ancestro racial ario. Y ya casi no la hay, por lo mismo.

Fueron los godos los que perdieron España en la batalla de las Navas de Tolosa; pero también fueron ellos los que la recuperaron. El Cid era un visigodo de alma y cuerpo, como todos los jefes militares que, por siglos, desde los montes de Asturias. estuvieron combatiendo a los moros Y la lucha contra los judíos fue también librada por ellos desde los primeros tiempos, con mayor o menor ventura. El rey castellano, don Alfonso X, El Sabio, en su famoso Código de Leyes de las Siete Partidas, ya establece:

"E por que oymos dezir. que en algunos lugares los judíos fizieron, fazen el dia Viernes Santo remembranÇa de la pasion de Nuestro Senor Jesuchristo, en manera de escarnio furtando los niños e poniendolos en cruz, e faziendo ymagines de cera, e crucicandolas, quando los ninos non pueden auer; mandamos, que si mas fuere de aquí adelante en algund lugar de nuestro Señorio, tal cosa assi fecha, si de pudiere auerígar, que todos aquellos que se acertaron y en aquel fecho que sean presos e recabdados e duchos ante el Rey; e despues que el Rey sopiese la verdad deuelos mandar matar abiltadamente, quantos quier sean”. (Partida VII tít XXIV Ley II)

Como se puede anotar el Rey Alfonso X el Sabio se esta refiriendo a los crímenes rituales judíos ya en sus tiempos

Manuel Serrano y Sanz en sus Estudios Históricos y Orígenes de la Dominación Española en América , publicado en Madrid en 1918 afirma que en millares de escrituras que reviso en el Archivo Notarial de Zaragoza no encontró más que una de un Judío labrador. Todos eran sastres, pelliceros, zapateros, prestamistas, chapuzadores, ropavejeros, plateros y traperos. Los judíos aragoneses, más pudientes, en su mayoría eran prestamistas, ban­queros y arrendatarios o recaudadores de mpuestos. El arcipreste de Hita decía: "El judío al año da tres por cuatro, pero el tablax de un día dobla el su mal dinero".

Y Serrano y Sanz: “Mas que sociedad industrial, la aljama Judía de Zaragoza era una institución bancaria (como el Templo de Jerusalén) que manejaba gran parte del capital de los cristianos. Valiéndose los judíos para ello de los censales o treudos, género de contratos que hacían las veces de los actuales títulos de deuda municipal, y fueron muy usados por los muni­cipios aragoneses para gastos extraordinarios o cubrir el déficit de sus pre­supuestos. La aljama hebrea de Zaragoza emitía muchas de estas obligacio­nes, para lo que necesitaba el consentimiento del Rey o de su lugarteniente, ya que la judería estaba puesta bajo patrocinio del Monarca y éste había de ejercer con aquélla funciones tutelares. Dichos censales o treudos se transmitían por venta, herencia u otros títulos. y no llevaban limitación de tiempo. El tipo de interés en el siglo XV fue, generalmente, el uno por quince del capital, si bien hubo casos del uno por diez. Para emitir o crear un censal por la aljama hebrea se necesitaba su aprobación en una junta de todos los cabezas de familia que con los adelantados y el clavero, eran presididos por el comisario regio de las comunidades moras y judías. Apro­bado aquel empréstito y hallado comprador del censal, se redactaba la correspondiente escritura pública.. Todas las clases sociales de Zaragoza vivían, en gran parte, de los intereses del dinero que habían dado a los judíos en cambio de censales; de tal modo que cuando el clavero o clavario de la aljama judía hacía el pago en los días marcados, comparecían ante aquel judío, nobles, caballeros, clérigos, frailes de todas las órdenes reli­giosas, representantes de monjas, mayordomos de parroquias, viudas y doncellas..."

Al leer esta descripción referente al siglo XV, no se puede dejar de pensar que nada ha cambiado desde entonces, tratándose de judíos y de sus sistemas económicos. En Chile de la década del setenta al ochenta, bajo el control de los economistas de la "escuela de Chicago", del judío Milton Friedman, todos han vivido de los intereses y de los préstamos al capital, dejando de producir y de trabajar, de modo que el país entero se endeudó de forma irreparable. La usura arrasó con nobles y esforzados; con lo que de ellos aún quedaba.

En todas partes los judíos llegaron con su lepra. En Persia, en Egipto en el siglo IX y X, montaron sus Bancas, donde iban visires y patriarcas a endeudarse en sus apuros. Esto puede leerse en "El Renacimiento del Islam".

Metternich decía, con justicia: "Cada nación tiene los judíos que se merece”

España y América tuvieron a los sefarditas, los Sepharim, de Sepha­rad, y a los marranos, además de los chuetas de Mallorca. Alemania tendría a los asquenazis. Sefarditas y asquenazis se odian cordialmente.

 
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