La narrativa posterior al 39: tendencias, autores y obras principales






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LA NARRATIVA POSTERIOR AL 39: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES.

1. Situación de la narrativa de posguerra.

La traumática ruptura de la sociedad española provocada por la Guerra Civil repercutió sobre la literatura. Algunos escritores del 98, como Baroja o Azorín, continuaron publicando, pero sin el vigor de antes, mientras se exiliaron otros que se hallaban en su plenitud creativa durante los años 30. El aislamiento político y económico de la España franquista provocó una especie de autarquía cultural, agudizada por la censura.

La novela experimentó un resurgimiento, más cuantitativo que cualitativo, a partir de la Guerra Civil, ya que se mostró como el género más apropiado para reflejar la terrible situación que el país acababa de vivir.

2. La novela del exilio

Después de abandonar los intentos de aplicar a la narrativa los planteamientos vanguardistas, los novelistas de los años treinta se habían orientado hacia un tipo de novela social, comprometida con los conflictos político-sociales que desembocarían en el enfrentamiento de 1936.

Como consecuencia de la defensa de la causa republicana por parte de estos escritores, la mayoría se exilió. Desde los países de la América de habla hispana (México, Argentina, Puerto Rico...) siguieron escribiendo y publicando, pero sus obras apenas fueron conocidas en España a causa de la censura. Se trata, pues, de una corriente literaria que evoluciona de manera autónoma y paralela con respecto a a la narrativa que se va desarrollando en España. Entre los novelistas más destacados figuran:

- RAMÓN J. SENDER (1902-1982) es el autor más representativo de la novela del exilio. Su obra se caracteriza por el compromiso ideológico y el uso de una personal técnica realista. En el exilio escribió decenas de obras, entre las que destacan Crónica del alba (1942), la primera y mejor de una serie de novelas en las que el autor reconstruye su vida en forma novelada, y Réquiem por un campesino español, considerada su obra maestra. Esta última trata de la tragedia de la Guerra Civil ejemplificándola en la muerte de un campesino, víctima de las represalias de los vencedores.

- FRANCISCO AYALA (1906): en el exilio publicó dos colecciones de relatos breves, Los usurpadores (1948) y La cabeza del cordero (1949), ambientados en diversos momentos de la historia de España. Son importantes dos novelas que analizan críticamente una ficticia dictadura hispanoamericana: Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962). A lo largo de su obra, Ayala ha mostrado especial cuidado por el estilo y el lenguaje.

- MAX AUB (1903-1972) comenzó su carrera literaria como dramaturgo vanguardista, pero lo mejor de su obra son las novelas que escribió en el exilio, agrupadas en el ciclo El laberinto mágico, dedicado a la Guerra Civil, y escritas con técnica realista: los antecedentes en Campo cerrado (1943); la guerra, en Campo de sangre (1945), Campo abierto (1951) y Campo del Moro (1963); el final del conflicto en Campo de los almendros (1968); y el exilio en Campo francés (1965).

- ROSA CHACEL (1898-1995) en el exilio publicó unas cuantas novelas realistas, de estilo muy cuidado y ritmo lento, que se centran en el minucioso análisis psicológico de los personajes femeninos. Destacan: Teresa (1941), basada en la vida de la amante de Espronceda, y Memorias de Leticia Valle (1946), que narra el despertar amoroso de una adolescente.

3. La novela de la inmediata posguerra.

El desarrollo de la novela tras la guerra se produjo al principio desde la perspectiva ideológica del bando vencedor. Entre las novelas de mayor valor literario cabe mencionar Madrid, de corte a cheka (1938), de Agustín de Foxá, esperpéntica recreación de la vida en la capital antes y durante la guerra, y La fiel infantería (1943), del falangista Rafael García Serrano, basada en las experiencias del autor durante toda la guerra.

Hubo otra corriente narrativa, que se centró en a descripción costumbrista de los ambientes propios de la burguesía, continuando la técnica y la temática de la novela realista. De esta corriente son representativos Juan Antonio de Zunzunegui, Ignacio Agustí y José María Gironella.

En medio de este panorama, caracterizado por la abundancia de novelas de escasa capacidad renovadora, en 1942 se produce un acontecimiento de singular importancia literaria: la publicación de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, un joven autor hasta entonces desconocido. La novedad de esta obra consistía en un argumento truculento, abundante en escenas de violencia, narrado con un lenguaje que evoca el habla rural, pero al mismo tiempo, muy cuidado. Cela consigue que al lector le parezca verosímil tanto la acumulación de crímenes como el recurso de que la obra se presente como si hubiera sido escrita en primera persona por el propio Pascual, un humilde campesino. El atrasado mundo rural de la España negra se convierte en el contexto que, unido a la presión de los instintos, atenaza y determina la conducta del protagonista, que se ve impulsado a actuar como actúa.

Cela se sitúa en la tradición realista española: la picaresca, el naturalismo, Baroja y la novela social de los años treinta.

Más directamente emparentado con el existencialismo europeo está otra novela innovadora, Nada, de Carmen Laforet, una joven y desconocida escritora barcelonesa que ganó el Premio Nadal en 1945. Situada en la Barcelona de posguerra, la obra narra en primera persona las vivencias de la joven Andrea, que llega a la ciudad para estudiar en la Universidad. El ambiente sórdido y asfixiante de los familiares con los que convive se convierte en fuente de amargas decepciones. Está escrita en una prosa fresca, directa, espontánea.

CAMILO JOSÉ CELA (1916-2002)

Realizó estudios de Medicina y Derecho, que no llegó a terminar. Trabajó algún tiempo como funcionario, hasta que el éxito de La familia de Pascual Duarte lo llevó a dedicarse a la literatura de manera exclusiva. En 1989 recibió el Premio Nobel. Aparte de su obra narrativa, hay que mencionar sus libros de viajes, libros de poesía, estudios literarios, adaptaciones de textos clásicos y trabajos filológicos.

Como hemos visto, la primera novela de Cela contenía una peculiar mezcla de existencialismo, novela picaresca y naturalismo rural, componentes que se fueron desarrollando por separado en sus obras siguientes. En 1943 publicó Pabellón de reposo, sucesión de monólogos de los tuberculosos de un sanatorio, ahonda la línea existencialista. En 1944, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes recuperaba el género picaresco. Y en 1948, Viaje a la Alcarria describía un mundo rural atrasado y marginado.

La obra más importante de Cela es La colmena, con ella se inaugura el realismo social de los años cincuenta. Se editaría en Buenos Aires, en 1951, ya que la censura había prohibido su publicación en España a causa de sus contenidos de tipo erótico. Su estructura externa está compuesta de seis capítulos y un epílogo. Cada capítulo consta de un número variable de secuencias de corta extensión, que desarrollan episodios que están mezclados con otros que ocurren simultáneamente. De esta manera el argumento se rompe en multitud de pequeñas anécdotas. Lo importante es la suma de las mismas, que conforma un conjunto de vidas cruzadas, como las abejas de una colmena. El marco espacio-temporal es Madrid, unos días de 1942, en plena posguerra. El autor intentó reflejar la realidad social de la época adoptando un punto de vista objetivista, pero tuvo que realizar una selección dentro de ese inmenso conjunto. Aparecen casi trescientos personajes, entre los que predominan los de clase media baja, es la pequeña burguesía venida a menos, es decir, gentes mediocres en situación inestable, que tienen un futuro incierto. El estilo de La colmena presenta una apariencia de espontaneidad que esconde un cuidadoso trabajo de perfeccionamiento.

La siguiente novela de Camilo José Cela fue Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953). Tras un largo paréntesis, en 1969 publica San Camilo 1936, novela experimental que, mediante su único monólogo interior, ofrece una descripción surrealista y esperpéntica del primer día de la Guerra Civil en Madrid.

Mayor audacia experimental presenta Oficio de tinieblas 5 (1973), que consta de 1.194 fragmentos de extensión muy diversa, desconectados unos de otros y escritos sin puntuación. Entre sus últimas novelas destacan Mazurca para dos muertos (1983), ambientada en Galicia, y Cristo versus Arizona (1994), que continúa su línea experimentalista.

MIGUEL DELIBES (1920-2010)

Ha sido catedrático de Derecho mercantil y ha dirigido "El norte de Castilla". Desde 1974 es miembro de la Real Academia. Es un gran aficionado a la caza y ha mostrado siempre su preocupación por la defensa de la naturaleza y ha criticado la sociedad deshumanizada y consumista. Su extensa producción narrativa, impregnada de un humanismo de base cristiana, se ha distinguido siempre por su equilibrio, tanto en sus aspectos temáticos como estilísticos.

Miguel Delibes se dio a conocer en 1947 con La sombra del ciprés es alargada, que mereció el Premio Nadal. En ella aparecen dos de los grandes temas del autor: la muerte y la infancia. Mucho más lograda es El camino (1950), en la que el despertar a la vida de un niño se entremezcla con la confrontación entre la vida en el campo y la vida en la ciudad. En La hoja roja (1959) trata la desolada situación de un jubilado, y en Las ratas (1962) traza una dura descripción de la pobreza de un pueblo castellano, en el que un hombre y un niño han de vivir de la caza de ratas. Cinco horas con Mario (1966), considerada como la mejor novela del autor, consiste en el monólogo interior de Carmen, una mujer de clase media que está velando el cadáver de su esposo. El mérito de la novela consiste en que el lector llega a identificarse con Mario, a pesar de que sólo dispone de la visión crítica de Carmen, que nunca ha llegado a entender a su marido. Este proceso de inversión se hace de manera espontánea y coloquial. Mario es un profesor con inquietudes sociales, de mentalidad solidaria y progresista, mientras su esposa, carente de inquietudes y de mentalidad cerrada y convencional, vive sólo pendiente del pequeño mundo provinciano, aferrada a sus costumbres. El contraste entre Mario y Carmen refleja el de la España progresista y la tradicional. Con Parábola de un náufrago (1969), Delibes realizó una fugaz incursión en el experimentalismo formal entonces de moda, utilizando fragmentos sin signos de puntuación. Pero luego volvió a tomar sus temas y su estilo de siempre en otras novelas: El príncipe destronado (1973), Las guerras de nuestros antepasados (1975), Los santos inocentes (1981) y otras.

4. El realismo social.

Lo peor de la posguerra empieza a remitir a comienzos de la década de los cincuenta. Con la guerra fría, el régimen franquista sale parcialmente de su aislamiento gracias al apoyo de Estados Unidos. El fin de la autarquía económica y la inversión extranjera posibilitan una cierta recuperación basada en la industrialización y el turismo. Los novelistas se muestran sensibles a estos cambios. El pesimismo existencial se transmuta en visión crítica de la sociedad que los rodea.

Tendencias del realismo social español
Dos son las grandes tendencias en que se subdivide el realismo social en España: el realismo objetivista y el realismo crítico. El primero se caracterizó por su vocación testimonial y su solidaridad con cualquier forma de alienación y sufrimiento humanos. Como lo que importa en esta novela es "qué se dice" y no "cómo se dice", se privilegia una estética realista rayana a veces en la objetividad cronística. La acción se presenta al lector, pero no se juzga o comenta, por lo que es frecuente el predominio del diálogo sobre la narración. La prosa suele ser sencilla y funcional. Representan esta corriente Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Juan García Hortelano y Jesús Fernández Santos.

El realismo crítico muestra una acentuada intencionalidad política, pues pretende contribuir a la transformación de la sociedad por medio de la denuncia de la injusticia social. Emplea una técnica objetivista, tiende a utilizar tipos sociales y suele caer en el maniqueísmo. Algunos novelistas de esta corriente fueron Juan Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Alfonso Grosso, Armando López Salinas y Jesús López Pacheco.
a) Características de la novela social objetivista
La novela objetivista se basa en las teorías de la psicología conductista, que considera el comportamiento humano como una serie de repuestas a determinados estímulos externos. El hombre interior, la psicología profunda, no interesan; sólo se presta atención a lo externo, a lo que es observable y medible: acciones y palabras.

De acuerdo con esta base teórica, utilizan las siguientes técnicas narrativas:

- Reducción al mínimo la presencia del autor, que se limitará a narrar lo que ocurre sin comentar, sin opinar. El autor adopta el punto de vista de una cámara cinematográfica que graba lo que tiene delante.

- Limitación del protagonismo de los personajes. Más que el personaje, predomina la situación, el contexto. Por eso se prefiere el personaje colectivo, como en La colmena o El Jarama.

- Eliminación de la introspección y del análisis psicológico. El mundo interior de los personajes no interesa al autor, quien en ningún caso intenta profundizar en el pensamiento o en las motivaciones profundas del personaje.

- Caracterización externa de los personajes. Como en el cine, los personajes se definen por lo que hacen y dicen. De ahí la importancia del diálogo, que refleja el lenguaje coloquial, reproduciendo con exactitud giros y expresiones de uso corriente para dar la impresión de verosimilitud.

- Disolución del argumento en una sucesión de anécdotas. A diferencia de la novela decimonónica, no se plantean grandes conflictos morales o existenciales. El argumento consiste en una acumulación de pequeñas situaciones intrascendentes. El significado de la novela hay que buscarlo en el conjunto de la obra, no en un conflicto central.

- Sencillez estructural y estilística. Son novelas ordenadas de manera lineal, sin saltos en el tiempo, con descripciones escuetas y un estilo deliberadamente sencillo. Los aspectos formales se subordinan al contenido.

- Concentración temporal y espacial. Los argumentos se suelen concentrar en cortos períodos de tiempo y en un marco espacial único o poco variado.
b) Características del realismo crítico.
- Mayor explicitación de la intencionalidad crítica. El autor selecciona los aspectos de la realidad que mejor sirven a su propósito de denuncia. Aunque no interviene directamente, se nota más su postura.

- Utilización de personajes representativos de una clase social.

Autores representativos
- RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO (1927): Es autor de pocas obras, pero de gran trascendencia. Su primera novela, Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), se sitúa al margen de las modas de la época. Su siguiente y principal novela, El Jarama (1956), ganadora del Premio Nadal, cuenta cómo un grupo de chicos y chicas de un barrio madrileño van al río Jarama a pasar el domingo. Se bañan en el río y una de las chicas muere ahogada. Pero este hecho se cuenta como una más de las anécdotas que van sucediéndose. El Jarama es la mejor plasmación de la estética objetivista. El autor desaparece, asumiendo el punto de vista de una cámara fotográfica que se limita a filmar todo lo que tiene delante. El argumento se disuelve en una sucesión pequeños sucesos sin especial relieve, y el peso fundamental de la obra descansa en los diálogos.

Este autor ha publicado otras novelas, como El testimonio de Yarfoz , y es también un brillante ensayista, con se refleja en Sobre la guerra y God and Gun.
- JUAN GOYTISOLO (1931): Su primera etapa, a la que pertenecen Juegos de manos (1954) y Duelo en el paraíso (1955), tiene un fuerte sentido subjetivo y se caracteriza por la búsqueda de su personalidad literaria.

En su segunda etapa se percibe el compromiso político del autor, su tendencia a servirse de la novela para criticar a la burguesía alienada (Fiesta, 1958) y para denunciar las injusticias sociales. Se inscriben dentro del realismo crítico.

Su tercera etapa se inicia en 1966, en ese momento iniciará una senda narrativa muy personal, basada en el abandono del realismo, la autonomía del lenguaje y la experimentación constante. La crítica social tiene ahora un sentido más trascendente, Goytisolo se sitúa en un exilio espiritual desde el que reivindica las culturas y las minorías sofocadas, en especial la civilización de la España musulmana. Publica Señas de identidad (1966), Reivindicación del conde don Julián (1070), Juan sin tierra (1975), Makbara (1980), Las virtudes del pájaro solitario (1988).
- IGNACIO ALDECOA (1925-1969): Sus novelas El fulgor y la sangre (1954) y Con el viento solano (1956), basadas en un crimen rural, contienen vigorosas descripciones paisajísticas de las áridas tierras castellanas. En ellas trata de dar cuenta de la España tópica y asfixiante de la posguerra, Aldecoa narra desde un distanciamiento objetivista tras el que late una cálida solidaridad con los humildes. También fue un gran escritor de cuentos de peripecia condensada y tensa, como Young Sánchez, La tierra de nadie o Los pájaros de Baden Baden.
- CARMEN MARTÍN GAITE (1925-2000): Obtuvo el Premio Nadal por Entre visillos, crítica visión de las chicas de una ciudad de provincias obsesionadas con casarse. Con Retahílas, en la que se engarzan las confesiones de dos personajes, logró una de sus mejores obras. Otras obras son Nubosidad variable o Lo raro es vivir, donde ofrece como ejes el registro verbal de la intimidad y el intercambio de experiencias mediante la palabra escrita.
- JESÚS FERNÁNDEZ SANTOS (1926-1988): Los bravos, sobre un pueblecito dominado por un cacique, fue pionera del realismo objetivista. Su trayectoria narrativa continuó con El libro de la memoria de las cosas, ganadora del Premio Nadal en 1970, que narra la vida de una comunidad protestante de la España contemporánea, y Extramuros (1979), ambientada en un comunidad de monjas en los Siglos de Oro.

5. La renovación de los años sesenta.
La década de los sesenta fue un período de renovación ideológica y estética en todo el mundo. La prosperidad económica, la distensión entre el bloque occidental y el bloque soviético y la irrupción de una generación de jóvenes inconformistas, fueron los tres grandes fenómenos sociológicos de la época. En todos los ámbitos de la vida se produjo una intensa voluntad de cambio.

La novela española de los sesenta también experimenta ese deseo de cambio. No se trataba tanto del agotamiento de la novela social, como de la incapacidad de la técnica realista para dar cuenta de la rápida y profunda transformación de la sociedad española, donde las estructuras tradicionales iban siendo sustituidas por otras más modernas y europeas. Aunque la sociedad española continuó siendo el referente de la mayoría de las novelas, ahora el acento recae en los aspectos formales.

Es preciso vincular esta renovación de la novela española con la de la narrativa internacional. Especial influencia tuvo la narrativa hispanoamericana, que en los años sesenta alcanzó un desarrollo tan rápido como esplendoroso, dando lugar al fenómeno conocido como el "boom". Los principales hitos de esta eclosión de la narrativa hispanoamericana fueron La ciudad y los perros (1962), de Mario Vargas Llosa; Rayuela (1963), de Julio Cortázar; y Cien años de soledad, de García Márquez.

Características de la narrativa
En general, la principal novedad de la narrativa de estos años consiste en la creación de novelas "abiertas", en las que el lector debe asumir un papel activo, realizando su propia interpretación de la obra. Entre sus técnicas y rasgos se pueden citar los siguientes:

- Punto de vista múltiple. Se rompe el convencionalismo decimonónico de que el autor asuma en exclusiva el punto de vista narrativo, en forma de narrador omnisciente o a través de un personaje interpuesto. Ahora el punto de vista es compartido por varios personajes (perspectivismo).

La variedad de puntos de vista narrativos conlleva la variedad de personas gramaticales: la tercera, la más tradicional, coexiste con la primera y hasta con una segunda, un "tú" mediante el cual el autor o el personaje se dirige a sí mismo.

- Limitación de la importancia del argumento. Lo principal no es ya la historia que se narra, sino la forma, el cómo se narra. En muchas ocasiones, el argumento apenas existe, no es más que un pretexto para elaborar artificiosos juegos formales. De la misma manera, los argumentos se hacen muy variados y heterogéneos: relatos sin apenas acción, temas realistas mezclados con temas fantásticos, integración o parodia de subgéneros como el folletín, la novela policial, los mensajes de los medios de comunicación, etc. Por otra parte, la historia principal a menudo se ve interferida por digresiones, fragmentos de carácter ensayístico, etc.

- Estructura compleja. Se rompe la tradicional estructura de planteamiento, nudo y desenlace, basada en la linealidad temporal. En cambio, son frecuentes el desorden cronológico, los saltos temporales, los retrocesos del presente al pasado... La diversidad de puntos de vista narrativos se traduce en el contrapunto (varias historias contadas simultáneamente, relacionadas o no entre sí) o la estructura caleidoscópica (múltiples historias cruzadas). Otra consecuencia es que la tradicional ordenación en partes y capítulos se sustituye con frecuencia por una organización más flexible, basada en secuencias o fragmentos de extensión variable.

- Monólogos interiores. En ellos los personajes expresan libre y desordenadamente el fluir de sus pensamientos. El estilo indirecto libre se utiliza también para penetrar en el mundo interior del personaje.

- Estilo y lenguaje. La nueva narrativa maneja con total libertad el estilo y el lenguaje, experimentando nuevas posibilidades: frases de gran extensión, ausencia de puntuación, mezcla con fragmentos no literarios, mezcla de registros, desajuste entre el nivel sociocultural del personaje y el registro que utiliza, etc.
Superación del realismo
La novela que marcó el giro fue Tiempo de silencio, de Luis Marín-Santos, publicada en 1962. La gran novedad de esta obra era la forma, el estilo, que suponía una ruptura radical y definitiva con el realismo convencional. En los años inmediatos siguen apareciendo novelas de la escuela realista, pero en 1966 se consolida el cambio con la aparición de tres obras importantes: Señas de identidad, de Juan Goytisolo; Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; y Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. Después vendrían otras igualmente significativas: Volverás a Región (1967), de Juan Benet; San Camilo 1936 (1969) , de Camilo José Cela; Parábola de un náufrago (1969), de Miguel Delibes; Reivindicación del conde don Julián (1970), de Juan Goytisolo; La saga /fuga de J.B. (1972), Torrente Ballester; Oficio de tinieblas 5 (1973), de Cela; Si te dicen que caí (1973), de Juan Marsé; y Retahílas (1974) ,de Carmen Martín Gaite.

Como se ve, durante estos años coexisten los autores de posguerra con los del realismo social y los nuevos narradores. No se trata, pues, de un recambio generacional, sino más bien de la adaptación de la mayoría de los narradores en activo a los nuevos rumbos.

- LUIS MARTÍN SANTOS (1924-1964): La obra de Martín Santos se reduce prácticamente a una sola novela, Tiempo de silencio. Después de su muerte se publicó una segunda novela inacabada, Tiempo de destrucción. Compuso también un libro de cuentos y otro de poemas, además de obras y artículos sobre su especialidad (fue médico especialista en cirugía y en psiquiatría).

Con Tiempo de silencio, Luis Martín Santos sometió a la novela social a una demoledora crítica y al mismo tiempo abrió nuevos caminos a la novela española.

En su estructura externa se compone de 63 secuencias separadas por espacios en blanco.

El argumento es muy sencillo: en el Madrid de la posguerra, Pedro, un médico que está investigando el cáncer, se ve envuelto en un aborto clandestino en una chabola. Es detenido por la policía y logra demostrar su inocencia, pero poco después acaba sufriendo las consecuencias de la venganza de un chabolista.

Pedro no es un personaje protagonista en el sentido de que concentre el conflicto planteado en la novela. De personalidad abúlica, se deja llevar por las circunstancias. En realidad, sirve de hilo conductor que nos permite conocer los diversos ambientes sociales con los que se relaciona: la clase alta y la intelectualidad, a través de su amigo Matías; la pequeña burguesía, representada por las dueñas de la pensión donde vive; los marginados del barrio de chabolas, parientes del conserje del centro de investigación donde trabaja.

A diferencia de la novela social, Tiempo de silencio no se limita a analizar las causas sociales de la frustración de los personajes. La influencia del existencialismo hace que su fracaso tenga una dimensión más profunda. Pedro es víctima del contexto social en que vive, la España de posguerra, pero también lo habría sido de otra sociedad, ya que la causa profunda de su fracaso está en la propia vida.

Lo que convierte a la novela en obra maestra es que ese contenido se expresa de forma renovadora y con una extraordinaria riqueza de técnicas narrativas y de registros lingüísticos. El autor utiliza con frecuencia un punto de vista omnisciente, pero casi siempre estas intervenciones tienen un sentido irónico. Otras veces adopta un punto de vista objetivista y se limita a narrar desde fuera, o bien cede totalmente la iniciativa a los personajes mediante monólogos interiores. Una de las mayores innovaciones formales de la novela consiste en la distorsión entre lenguaje y tema.
- GONZALO TORRENTE BALLESTER (1910-1999): En 1985 recibió el Premio Cervantes. Aunque pertenece a la generación de posguerra, su revalorización no se produjo hasta la publicación de La saga/fuga de J.B. en 1972. Con esta obra el autor se suma plenamente a la renovación del género. Torrente se ha servido del recurso cervantino del manuscrito encontrado en varias de sus novelas, como en Quizá nos lleve el viento al infinito (1984); en otras ha manejado con intención irónica episodios históricos, como en Crónica del rey pasmado (1989).
- JUAN BENET (1927-1993): Es el máximo representante de la tendencia formalista. Influido por Faulkner y García Márquez, Benet crea un espacio mítico llamado Región, representativo del conjunto de España, en el cual sitúa sus obras. Su estilo es complejo, con frases muy extensas, digresiones de tipo técnico, abundantes monólogos, etc. Sus obras más destacadas son Volverás a Región (1967) y Saúl ante Samuel (1980).
- JUAN MARSÉ (1933): De formación autodidacta, Marsé vuelca sus vivencias en los barrios populares de Barcelona. Sus primeras novelas, Encerrados con un solo juguete (1960) y Esta cara de la luna (1962), se vinculan al realismo social. Últimas tardes con Teresa (1966), formalmente más innovadora, constituye una sarcástica crítica de la burguesía progresista. De gran complejidad estructural es Si te dicen que caí (1973), ambientada en los barrios periféricos de la Barcelona de posguerra. Otras de sus novelas más conocidas son El amante bilingüe, Rabo de lagartija o El embrujo de Shanghai.
- FRANCISCO UMBRAL (1935-2006): Escritor muy prolífico y de numerosas facetas, Umbral es novelista, periodista y ensayista, autor de una prosa muy trabajada, barroca y expresiva, en la que cabe gran variedad de registros lingüísticos. Los temas de la infancia y la juventud nutren algunas de sus obras más conseguidas, como Memorias de un niño de derechas (1972). Mortal y rosa (1975), novela que ha recibido los mayores elogios de la crítica, contiene una honda reflexión sobre la muerte, expresada con un intenso tono lírico. Otras obras oscilan entre la crónica y las memorias, como Trilogía de Madrid (1984).

6. Situación de la narrativa desde el último tercio del siglo XX
La variedad de tendencias es una de las características más destacadas de la narrativa española en las últimas décadas. No podemos hablar de grupos homogéneos de novelistas, de promociones o generaciones, sino de autores, de individualidades. Existen, como es lógico, algunos puntos en común, aunque muy laxos, entre las novelas de este período. En los temas, predomina claramente el retorno a la subjetividad, al ámbito de lo íntimo por encima del análisis del mundo externo, de la sociedad. Respecto a las técnicas narrativas, no hay una tendencia homogénea entre los escritores, ni tampoco es frecuente el uso exclusivo de una de ellas en cada escritor, sino que abunda el eclecticismo, la mezcla de técnicas tradicionales y vanguardistas. La experimentación formal es mucho más moderada que en las novelas de los años sesenta. Las obras son de lectura más asequible, y los argumentos vuelven a tener relevancia. Todo ello redunda en una amplia difusión entre el público.
Principales corrientes de la novela a partir de 1975
- Novela de intriga: el éxito de esta corriente radica en la adaptación de un producto puramente americano a la cultura española. Son interesantes las obras de Manuel Vázquez Montalbán, los títulos El invierno en Lisboa y Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina; o No acosen al asesino, de José Mª Guelbenzu. Aparecen novelas que no pertenecen en rigor a esta categoría, pero que incorporan los recursos del relato policíaco, como Visión de ahogado, de Juan José Millás o Queda la noche, de Soledad Puértolas. Otras unen intriga y parodia del género policíaco, como El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza.
- Novela histórica: sitúan la acción en marcos temporales pasados, enfocados más o menos de manera realista, como la serie sobre El capitán Alatriste, de Arturo Pérez Reverte o La vieja sirena, de José Luis Sampedro. Otros relato se centran en la Guerra Civil o la posguerra, entres ellos se pueden citar Luna de lobos, de Julio Llamazares; Las trece rosas, de Jesús Ferrero; Soldados de Salamina, de Javier Cercas y Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez.
- "Novela de novela" o ficción metanovelesca. El tema es la propia ficción literaria y el protagonista con frecuencia es el escritor. Destacan Gramática parda, de Juan García Hortelano o Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas.
- Novela intimista. Están protagonizadas por personas de mediana edad, habitualmente desconcertada y angustiada, que vive en un espacio urbano actual y cuyos problemas íntimos se abordan en el relato, tales como el amor, la soledad, la memoria o la incomunicación. Ejemplos de esta tendencia son El desorden de tu nombre o La soledad era esto, de Millás; La escala de los mapas, de Belén Gopegui o Juegos de la edad tardía, de Luis Landero.
- Novela testimonial. Sus autores construyen relatos realistas sobre problemas sociales, como la defensa de la condición femenina en Te trataré como a una reina, Rosa Montero, o la vida delos más jóvenes, como Héroes, de Ray Loriga o Historias del Kronen, de José Ángel Mañas.

Autores representativos
- MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN (1939-2003): Prolífico escritor que cultiva tanto el periodismo como el ensayo, la poesía y la novela, Vázquez Montalbán publicó novelas en las que su ideología progresista se expresa mediante una gran variedad de temas, técnicas y registros. Es muy popular la serie protagonizada por el detective Pepe Carvalho, con la que la novela policíaca ha arraigado definitivamente en España. De sus novelas destacan El pianista (1985), sobre el compromiso del intelectual, y Galíndez (1990), basada en la historia real de un exiliado vasco.
- JOSÉ MARÍA MERINO (1941): La narrativa de Merino se basa en la historia que se cuenta. Ha publicado una serie juvenil sobre la conquista de América, que se inició con El oro de los sueños (1986). En El caldero de oro (1981) mezcla la realidad cotidiana con lo fantástico y lo onírico. La orilla oscura (1985), una de sus obras más importantes, está construida a base de una multitud de relatos engarzados.
- EDUARDO MENDOZA (1943): La primera novela de este autor, La verdad sobre el caso Savolta (1975), fue una revelación. La obra contribuyó a retomar el gusto por las historias interesantes, pero utilizando técnicas narrativas innovadoras. Sus siguientes obras, El misterio de la cripta embrujada (1979) y El laberinto de las aceitunas (1982), constituyen parodias de la novela gótica y la novela negra, respectivamente. Su obra maestra es La ciudad de los prodigios (1986), evocación de las transformaciones de Barcelona entre las exposiciones universales de 1888 y 1929, marco en el que sitúa la ascensión social del protagonista.

Uno de los rasgos distintivos del estilo de Mendoza es el distanciamiento del narrador, que con frecuencia recurre a la ironía, al humor o la parodia.
- JUAN JOSÉ MILLÁS (1947): La introspección, la angustia existencial, la incertidumbre, son el centro temático de la narrativa de Millás, en la que destacan El desorden de tu nombre (1988) y La soledad era esto (1990), ganadora del Premio Nadal. Otras novelas son Tonto, muerto, bastardo e invisible, Ella imagina o El mundo. Millás colabora asiduamente como articulista en el periódico El País.
- JAVIER MARÍAS (1951): Con una prosa cuidada, caracterizada por la frase larga, Marías se sirve de complejas intrigas para explorar el mundo interior de los personajes. El hombre sentimental (1986), Corazón tan blanco (1993) y Mañana en la batalla piensa en mí (1994) figuran entre sus novelas más importantes.
- ANTONIO MUÑOZ MOLINA (1956): Las novelas de este autor se caracterizan por la habilidad constructiva y la capacidad de atraer el interés del lector. Destacan Beatus ille (1986), El invierno en Lisboa (1987), Beltenebros (1989) y El jinete polaco (1991). Entre sus últimas novelas están Carlota Fainberg, Plenilunio o Sefarad.
Otros autores importantes son Almudena Grandes (Te llamaré viernes, Los aires difíciles, Atlas de geografía humana), Arturo Pérez-Reverte (El maestro de esgrima, La tabla de Flandes) o Lucía Etxebarría (Beatriz y los cuerpos celestes, Un milagro en equilibrio)




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