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HISTORIA DE ESPAÑA TEMA 12: La construcción y consolidación del Estado liberal 12.6: LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO Y EL TURNO DE PARTIDOS. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA. REGIONALISMO Y NACIONALISMO Todo el engranaje político ideado por Cánovas del Castillo, inspirado en el modelo ideal inglés, se traducía en la realidad en una auténtica farsa: La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos principales se convirtió, de hecho, en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos: era el turno de partidos. No eran los resultados electorales los que definían las mayorías y, por consiguiente, quienes debían gobernar; sino que, por el contrario, una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones, y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido que iba a gobernar: era la práctica del caciquismo. TURNO PACÍFICO DE PARTIDOS ![]() A la altura de 1885 era ya evidente que el funcionamiento constitucional experimentaba una clara adulteración. Los gobiernos no cambiaban porque tuvieran o les faltara el apoyo de las Cámaras, sino más bien al contrario. Cuando un partido experimentaba el desgaste de su gestión, o sencillamente cuando los líderes políticos consideraban necesario un relevo en el disfrute del poder, se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El nuevo Presidente era siempre el líder del partido hasta entonces en la oposición, y recibía junto con su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Elecciones en las que el candidato SIEMPRE obtenía la mayoría, generalmente a través del fraude electoral1. El proceso funcionaba de “arriba abajo”, es decir, de manera inversa a la de una democracia de masas auténtica, en la que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se forma Gobierno. El fraude electoral permitía que la decisión adoptada por el rey de relevar al Gobierno tuviera siempre el apoyo “popular” necesario; cada partido se comprometía a esperar su turno para acceder al poder, por lo que no denunciaba las irregularidades cometidas por sus adversarios, ya que el sistema les beneficiaría a ellos posteriormente. En definitiva, los partidos Conservador y Liberal se cedían periódicamente el poder, no como consecuencia de un cambio de opinión del electorado, sino por obra de un acuerdo mutuo, pactado, o de su desgaste interno y con el acuerdo del rey. La mecánica del turno de partidos era la siguiente:
El resultado daba, invariablemente, una holgada mayoría al partido propuesto para gobernar que podía así actuar sin dificultad. Este falseamiento electoral funcionó sin grandes problemas durante los primeros 25 años de la Restauración, pero a partir de la década final del siglo comenzó a resquebrajarse, con el establecimiento del sufragio universal, la difusión de la prensa y el surgimiento de partidos ajenos al “turno”, como se llamó a la monótona alternancia de conservadores y liberales. En definitiva, la España oficial se divorciaba cada vez más de la España real y el sistema parlamentario se desprestigió por la práctica del falseamiento electoral y del caciquismo3. REGENCIA DE MARIA CRISTINA Tras la prematura muerte de Alfonso XII en 1885, su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada del que sería Alfonso XIII (nacido en mayo de 1886) asumió la Regencia (1885-1902). Este hecho no puso en peligro el turno pacífico de los partidos dinásticos, al contrario en el llamado Pacto del Pardo, Cánovas y Sagasta se reafirman en el mismo. Este pacto fue fundamental para garantizar la estabilidad del régimen bajo la larga regencia, además María Cristina de Habsburgo demostró una gran prudencia política, al respetar escrupulosamente las decisiones de gobierno en los 16 años en que desempeñó la regencia. Sin embargo, por otra parte, el pacto del Pardo contribuyó a agudizar la corrupción política y a falsear la voluntad popular, cada vez más ajena al régimen parlamentario. Segundo gobierno liberal de Sagasta (1885-1890) Sagasta forma de nuevo gobierno en noviembre de 1885, su partido obtiene una holgada mayoría en las elecciones… que le permite llevar a cabo una amplia reforma del sistema político. Entre los cambios de aquellos años destaca la libertad de imprenta, que dio lugar a un ambiente de mayor libertad de expresión (siempre con el límite del no cuestionamiento de la monarquía) que, unida a la libertad de cátedra, permitió un importante florecimiento intelectual en los años siguientes4. La libertad de asociación fue restablecida mediante la ley de junio de 1887, que fue decisiva para permitir el desarrollo y expansión del movimiento obrero. También se aprobó en 1889 el Código Civil. Pero, sobre todo, al gobierno liberal se debió el restablecimiento definitivo del sufragio universal por la ley electoral de 1890 el derecho al voto se ampliaba a todos los varones mayores de 25 años5. Gobierno de Cánovas (1890-1892) Las primeras elecciones por sufragio universal, en 1890, dieron la victoria al gobierno recién formado por Cánovas, sin que variara lo más mínimo el fraude. A su corta etapa de gobierno correspondió la adopción de medidas económicas encaminadas a modificar el sistema monetario y, sobre todo, la adopción de una política proteccionista a través de la ley del arancel de 1891. Todo ello en pleno auge del movimiento obrero, y con el despertar de corrientes nacionalistas en Cataluña, Valencia y el País Vasco como telón de fondo. Gobierno de Sagasta (1892-1895) En 1892, Sagasta forma gobierno y gana “sus elecciones”, aunque con la sorpresa del acceso a las Cortes de un grupo republicano significativo, que incluso ganó en Madrid. Lo más destacado del mandato liberal fue el proyecto de reforma para la administración y el gobierno de Cuba, que intentó hacer aprobar el joven ministro de ultramar, Antonio Maura, pero que tropezó con la oposición cerrada de los intereses indianos, por lo que acabó retirándolo y dimitiendo en 1894. Precisamente en este momento se estaba gestando ya la insurrección cubana, que estallaría en febrero de 1895. Gobierno de Cánovas (1895-97) En marzo ante la gravedad de la situación Cánovas fue llamado a formar gobierno. Toda la trayectoria de este gobierno conservador estuvo marcada por la guerra de Cuba y por los intentos fallidos, primero mediante la negociación y luego a través de las armas, de dominar la isla. Gobierno de Sagasta (1897-99) Gobierno de Silvela (tras la muerte de Cánovas) (1899-1901) Gobierno de Sagasta (desde 1901…) LA OPOSICIÓN AL SISTEMA Varios grupos políticos, sociales e ideológicos se opusieron con escaso éxito al régimen de la Restauración:
Cuando se unían lograban mayorías electorales como sucedió en Madrid, Barcelona y Valencia en 1893.
REGIONALISMO Y NACIONALISMO Hasta la Restauración, la reivindicación foralista o nacionalista se había canalizado a través del republicanismo federal, si era progresista, y del carlismo, si era conservadora. Debilitadas ambas corrientes, surgieron entonces movimientos que reivindicaban los derechos históricos catalanes, vascos, valencianos, gallegos y andaluces. El movimiento regionalista fue más fuerte surgió antes en Cataluña y País Vasco, al existir allí una diferenciación lingüística que cimentó el sentimiento nacional, y una burguesía desarrollada en la que arraigó la ideología nacionalista. Si bien en España tuvo caracteres propios, fue un fenómeno común a toda Europa, que en la misma época experimentaba el auge de un nacionalismo a veces imperialista. Por tanto, en la última década de siglo eclosionan una serie de movimientos regionalistas –de planteamientos moderados, como la consecución de la autonomía administrativa para las regiones- o nacionalistas –de planteamientos radicales como la reclamación de autodeterminación o independencia de sus territorios a los que consideraban auténticas naciones en función de unos hechos diferenciales tales como la lengua, unos hechos históricos (fueros), una cultura y unas costumbres propias. Entre los factores que propiciaron el nacionalismo hay que destacar:
En Cataluña el primer nacionalismo surgió en torno a intelectuales como Valentí Almirall o Prat de la Riba. En 1892 los grupos liderados por ambos se fusionaron en la Unío Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa, constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán. Movimiento esencialmente burgués, no planteaba la secesión ni una actitud de lucha contra el Estado español, sino una propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de autogobierno con instituciones propias. El movimiento se expandió a lo largo de los años noventa y tomó importante auge en instituciones catalanas. El movimiento vasco surgió en fechas más tardías. El nacionalismo vasco no podía tener su origen, como el catalán o el gallego, en la recuperación de la defensa de una cultura y una lengua propias, ya que el euskera, limitado al ámbito rural, carecía por completo de tradición literaria. Su aparición en el último cuarto del siglo XIX se debió a otras causas, de las cuales pueden destacarse dos:
A partir de una idealización de su pasado y de la sociedad tradicional vasca (católica y rural), el nacionalismo vasco rechazó la “españolización”, traída en gran medida por los trabajadores procedentes de fuera. Como reacción a la “agresión española”, se sublimó todo lo considerado genuinamente vasco y se reivindicó un Estado propio. Por otra parte, el fuerte arraigo de la tradición carlista confería al nacionalismo vasco un peculiar componente belicista y violento. Con estos elementos ideológicos, en 1894 Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV)7, de raíces carlistas y claramente conservador, expresión de los intereses agrarios y de la pequeña burguesía tradicionalista de Bilbao (la burguesía industrial se sentía bien representada en Madrid); su lema era “Dios y ley vieja”. Al principio, su apoyo social fue escaso debido a su radicalismo antiespañol e independentista, su rancio tradicionalismo agrario y su limitación al entorno vizcaíno. Por ello, desde comienzos del siglo XX, evolucionó hacia posiciones más moderadas para extender su influencia entre la población vasca. En Galicia, en 1846, aconteció el más temprano caso de levantamiento autonomista, con un marcado carácter progresista y revolucionario; pero fue ahogado en sangre. Sin embargo, a pesar de este precedente, el nacionalismo gallego se desarrolló de modo mucho más lento y con menor arraigo social, debido esencialmente al atraso económico de la región y a una burguesía reducida y demasiado dependiente en el ámbito político. En 1889 Murguía, esposo de Rosalía de Castro, fundó la Asociación Regionalista Galega, de marcada tendencia tradicional y menor implantación política que los otros nacionalismos. Con ella el galleguismo político inició su andadura. 1 Ver texto nº 4: “El fraude electoral”, Peréz Galdós, 1884 2 Los caciques eran personas con poder económico e influencias que dominaban fundamentalmente la España rural. A los ojos de la gente aparecían como los intermediarios entre la sociedad y el Estado, capaces de conseguir favores y resolver problemas. Su poder en el ámbito rural era incuestionable y sus decisiones no admitían discusión… 3 Ver texto nº 5: “Corrupción del Sistema”, Joaquín Costa, 1901 4 l La prensa española de finales de siglo fue una de las más avanzadas y libres de Europa, aunque su repercusión sobre la opinión pública fuera limitada a causa del analfabetismo de la mayoría de la población y del control que los caciques ejercían sobre la vida local. 5 A pesar de todo, no se debe exagerar la importancia de la apertura del régimen. Si es cierto que hubo mayor libertad de opinión, de reunión y de asociación, pero la conquista más importante, el sufragio universal, que hubiera debido significar el acceso a la vida política del conjunto del país, quedaba totalmente desvirtuada por la manipulación electoral. 6 Ver texto nº 6: Programa del PSOE (1879) 7 Ver texto nº 8: Manifiesto del Partido Nacionalista Vasco (1906) |