Estudia la lectura Mil años de español
Vivas, activas, necesarias, las lenguas –como los seres humanos- nacen, se desarrollan, florecen y se pueden también morir. ¿No están ahí los ejemplos del latín y del griego clásico, llamadas hoy lenguas 'muertas' a pesar de la importancia que tuvieron los imperios gracias a los cuales se extendieron?
¿Cómo nació, pues, la lengua que llamamos español y hablan más de 400 millones de personas en el mundo?
Si decimos que surgió de la descomposición del latín, la lengua del imperio que en el siglo II a. de C. conquistó la Península Ibérica, estaremos –desde luego- en lo cierto, pero despachar de ese modo la cuestión no da cuenta del proceso fascinante de transformación, adaptación y cambio de las palabras; del poderoso impulso de la lengua hablada por encontrar caminos nuevos para nuevas realidades; de su generosa apertura a cada realidad cultural con la que entraba en contacto.
Más flexible que muchos de sus hablantes, la lengua castellana –así llamada porque en sus inicios fue el dialecto de Castilla, región central de España, punta de lanza de la Reconquista –acogió palabras del habla de los llamados "bárbaros" (visigodos, suevos, alanos, vándalos) y de los ibéricos que vivían en la península aun antes de la colonización romana, haciéndolas suyas. Muchas de las palabras españolas terminadas en "rra" y en "rro" – sonidos que no son propios del latín- proceden de los antiguos idiomas ibéricos. Usamos, por ejemplo, 'cerro', 'barro' y 'guijarro' en vez de o al mismo tiempo que palabras de origen romano, como 'mons' (monte), 'limus' (aunque 'limo' sea la palabra de domingo para decir lo mismo) o 'piedra' que viene directamente de 'petra'. Otras palabras vienen de los posteriores invasores bárbaros: muchas de ellas se refieren a la organización militar por ser aquellos pueblos aguerridos. Por eso decimos 'guerra' en vez de 'bellum' (aunque conservamos el adjetivo 'bélico') y decimos 'guardia' en vez de 'custos' (aunque hablamos de 'custodiar').
También acogió el español palabras sonoras y hermosas del entonces enemigo árabe para ampliar su rico vocabulario: 'albañil', 'almohada', 'alhelí'; todas vienen del idioma de esos otros invasores de la península, quienes convivieron con los cristianos durante más de siete siglos, desde el 711 hasta que en 1492 los Reyes Católicos reconquistaron el reino de Granada.
El 'romance' –así se les llamó a los primitivos dialectos peninsulares, entre ellos no sólo el castellano sino también el astur-leonés, el navarro-aragonés, el galaico-portugués y el catalán- evolucionó también por un impulso interno de simplificación. De entre todos los dialectos de la antigua Hispania dividida en reinos –a veces rivales, a veces aliados contra el enemigo común, los árabes- el castellano fue el más osado y revolucionario, el que aceptó más rápidamente los cambios y el que más se flexibilizó, creando nuevas formas. Perdió rápidamente la 'f'' a principios de palabra (los otros la conservaron, en general: en gallego se decía 'filho' y 'firinha' mientras que en castellano era 'hijo' y 'harina'), diptongó algunas vocales (generalmente entre consonantes: 'puente' y 'fuente' en vez de la 'o' que llevaban esas palabras en los otros dialectos) y convirtió la 'll' en 'j': la 'oreja' castellana fue 'orella' en gallego y catalán mientras que el 'conejo' que surgió en Castilla del latín 'cuniculum' fue 'conill' y 'coello' en gallego.
Poco a poco, pues, en medio de un pueblo joven y aguerrido, surgió una forma distinta de hablar y de entenderse la gente.
Al principio fue tan solo eso: una forma de hablar. Escribir era otra cosa: no cambiaba. Era entonces una actividad reservada para los muy eruditos: algún que otro sabio y los monjes en sus monasterios, enfrascados en la paciente tarea de copiar, letra por letra, palabra por palabra, libro por libro, las grandes otras de la Antigüedad. (No solemos valorar suficientemente esta tarea heroica de preservación de los manuscritos: nos ha permitido conservar una patrimonio que de otra manera se hubiera perdido para siempre). Los libros que copiaban, desde luego, habían sido escritos en griego o en latín, las únicas lenguas consideradas entonces de cultura. (El rey Alfonso X, apodado 'el Sabio' amplió en el siglo XIII el alcance de las copias y las traducciones para abarcar verdaderamente multicultural de Europa).
Y así, mientras el pueblo a sus alrededores hablaba, cantaba –y hasta rezaba- ya en romance, en el silencio de sus monasterios, pegados a los escritorios, los monjes seguían copiando las viejas palabras latinas y griegas y seguían reproduciendo las viejas fórmulas sintácticas y morfológicas.
Pero aunque estos hombres eran silenciosos, no eran sordos. A su alrededor se alzaba una algarabía (también esta palabra árabe) de nuevos sonidos, de nuevas palabras, de nuevos órdenes sintácticos. Eran los que ellos mismos utilizaban para comunicarse comúnmente entre sí y con la gente allegada al convento. Así se comunicaban también, sin duda, con los numerosos peregrinos que –que en el caso del norte de España, donde se encontraba el monasterio de San Millán de Cogolla- solían pasar, procedentes de toda Europa, camino a Santiago de Compostela, uno de los sagrados del Medioevo, con Canterbury y Tours, meca de los fieles cristianos que hacían lo posible por visitar el santuario por lo menos una vez en la vida. (Allí se suponía que estuvieran los restos de Santiago Apóstol, a quien la leyenda adscribía un papel fundamental en la lucha contra los moros). Portadores de noticias, de innovaciones, de diferentes actitudes culturales, los peregrinos fueron un fermento cultural en la Europa de entonces, en donde cada reino vivía, por lo general, aislado de los otros y el principal medio de comunicación era la palabra hablada.
Poco a poco la nueva y vital lengua común se fue sobreponiendo a la antigua. Todos –hasta los monjes- empezaron a olvidar los significados y las acepciones de las viejas palabras. Y llegó el día en que uno de ellos, hacia el siglo X, inseguro ya de lo que significaba lo que estaba copiando –y seguro de que tampoco lo entenderían bien los que lo leyeran luego- insertó en el texto la explicación en romance de varias palabras en latín.
Nació entonces el español escrito. Nació –como se inicia, quizá, toda gran empresa, como se gestan los grandes acontecimientos- apartado del bullicio, en el silencio de un escritorio, en aquel monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, un rincón del noreste peninsular.
El monje que insertó, al lado de palabras latinas como 'indica', 'caracterem', 'cursiles' las palabras equivalentes en romance: 'amustra' (muestra); 'seingnale' (señal) y 'correnteros' (corrientes) poco podía imaginar cuán trascendental resultaría esa acción. Menos aún pudo calcularlo aquel que, llevado de su devoción, le añadió –de su invención- las siguientes palabras en romance a una oración que estaba copiando del latín: 'facanos deus omnipotes tal serbitjio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus' ("Háganos Dios omnipotente tal merced que ante su rostro gozosos estemos").
Tales anotaciones se conocen como las "Glosas Emilianenses" ya que 'glosa' significa explicación y el nombre 'Millán' vine de 'Emiliano'. Las primeras en descubrirse y estudiarse –ya entrado del siglo XX- fueron las del Códice 60. Aunque al principio se pensó que databan de mediados del siglo X –así lo creía el erudito y estudioso de la lengua Ramón Menéndez Pidal- estudios posteriores fijaron la fecha de su escritura en el siglo XI. Hubo entonces una breve ambivalencia respecto a la fecha de los primeros renglones escritos en romance. Se encontró, en un monasterio de León, una lista de datos de contabilidad a la que ha llamado "Nodizia de quesos" porque daba cuento de los quesos consumidos en el convento. Como tal lista databa de 980, por un tiempo se pensó que era ése el primer documento escrito en nuestra lengua.
Fue entonces que dos profesores de La Rioja, Claudi y Javier García Turza, encontraron un códice de San Millán, el 46, que ha sido fechado en el año 964, lo que confirma la primacía de ese monasterio como cuna de la lengua española. Se trata de un texto que tiene una importancia superior aun al aspecto lingüístico. Los profesores han dicho que "se trata de un diccionario enciclopédico de 20,000 artículos, como los diccionarios actuales: de la A a la Z, en los que se recoge todo el saber de la época". El latín en el que está escrito es uno en el que cunden las incorrecciones y las faltas de ortografía, pero bajo esta faz está ya en germen el idioma que ahora hablamos porque las mismas documentan las alteraciones que se estaban obrando en la lengua oral. El copista, han dicho los hermanos profesores, "tiene conciencia de la separación entre la lengua que habla y la que escribe".
El desarrollo de la escritura del romance sería crucial para mantener la integridad del idioma a través no sólo de los siglos sino también de los espacios, ya que es –en gran parte- la consignación de la lengua por escrito lo que ayuda a preservar su unidad y coherencia, a pesar de que se ha extendido mucho más allá de la península, por amplio continente americano y aun por otros lugares en donde también se habla hoy el español. La escritura del romance garantizó, además, que sus transformaciones se documentaran, lo cual nos ha permitido ser testigos de un proceso singular: la vida de un idioma. Es un proceso que hermana a los más entusiastas cibernautas hispánicos de hoy con aquellos retirados monjes en su tarea paciente de copistas. Tanto éstos como aquéllos y, de paso, todos los que escribimos en esta maravillosa lengua castellana, luchamos porque nos podamos seguir comprendiendo entre nosotros y porque no se haga realidad la amenaza de Babel.
Carmen Dolores Hernández
Revista Domingo, El Nuevo Día
de noviembre de 2000, páginas 12-14.
Luego de estudiar la lectura Mil años de español, contesta las siguientes preguntas específicas.
Menciona los dos (2) idiomas, que aun siendo las lenguas de los grandes imperios clásicos, hoy se consideran lenguas muertas.
¿Cuántas personas hablan español en el mundo?
¿Cómo surgió originalmente el español?
¿Cómo se le llamó originalmente a la lengua que luego se conocería como español?
¿Cómo se conocerían, en general, a los pueblos que habitaban en España antes de que llegaran los romanos?
¿Cuáles dos (2) terminaciones de las palabras españolas proceden de los antiguos idiomas ibéricos?
¿Cuál es la palabra latina para la palabra ibérica “guijarro”?
¿A qué se refieren la mayoría de las palabras de los invasores y por qué?
¿Cuántos siglos estuvieron los árabes en España?
¿Cómo se les llamó a los primitivos dialectos peninsulares?
¿Cuál fue el más flexible de todos los dialectos peninsulares?
Menciona tres (3) cambios fonéticos que experimentó el castellano en comparación con otros dialectos peninsulares.
¿Quiénes y cómo realizaban la tarea de escribir en la Edad Media en España?
¿De qué origen es la palabra “algarabía”?
¿Cuál era el medio de comunicación masiva en la Edad Media?
¿Cuándo y cómo nació el español escrito?
¿Cómo se conoce esa primera manifestación del español escrito?
¿Cuál es la importancia del códice de San Millán fechado en el año 904?
¿A qué ayuda la consignación de la lengua por escrito?
¿Qué garantizó la escritura del romance?
Menciona y explica los cinco (5) elementos que conforman el proceso fascinante del surgimiento del idioma español.
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