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![]() Sergio Chejfec La experiencia dramática El autor ![]() © Ednodio Quintero Sergio Chejfec nació en 1956 en Buenos Aires, y pertenece a la generación de escritores que se dieron a conocer con el retorno a la democracia en los años ’80 y comenzaron a publicar en la segunda mitad de la década, entre quienes se cuentan Sergio Bizzio, Martín Caparrós, Luis Chitarroni, Daniel Guebel, Alan Pauls y Matilde Sánchez. Integró el Grupo Shangai, y participó luego en los primeros tiempos de la revista Babel. En 1990, cuando salía su primera novela, Chejfec se radicó en Caracas, Venezuela. Desde entonces vive en el exterior. Su primera novela fue Lenta biografía, (1990), reeditada por Alfaguara en 2007. Le siguieron Moral (1990), El aire (Alfaguara, 1992 y 2008), Cinco (1996), El llamado de la especie (1997; Alfaguara, 2008), Los planetas (Alfaguara, 1999 y 2010), Boca de lobo (Alfaguara, 2000 y 2009), Los incompletos (Alfaguara, 2004), Baroni: un viaje (Alfaguara, 2007) y Mis dos mundos (Alfaguara, 2008). Es, asimismo, autor de dos libros de poemas, Tres poemas y una merced y Gallos y huesos, y de dos libros de ensayos, El punto vacilante (2005) y Sobre Gianuzzi (2010). Algunas de sus obras han sido traducidas al portugués, francés y alemán. Desde 2005 reside en Nueva York, donde dicta cursos de literatura en el Programa de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. Entre otros reconocimientos, ha sido becario de la Fundación Guggenheim y escritor residente del Centro Civitella Ranieri. Su página de internet (con textos en castellano y traducciones): http://parabolaanterior.wordpress.com/ La poética de Chejfec De modo un tanto silencioso, la literatura de Sergio Chejfec ha ido ocupando en los últimos años un espacio singular dentro del panorama argentino y latinoamericano. Si bien su visibilidad es mayor entre críticos y escritores, también se ha ido consolidando un número de lectores fieles a su producción, que la siguen atentamente. Según buena parte de la crítica, su literatura es de las más singulares y radicales de los últimos años en el panorama de lengua española. Sus novelas cuentan historias atravesadas por temas políticos en un sentido amplio, sociales o incluso morales, pero para ello se sirven de detalles mínimos, casi indeterminados, que son motivo de reflexión y análisis recurrentes dentro de los textos. Esa suerte de contraste entre indeterminación narrativa y definición conceptual es lo que provoca una particular incertidumbre como experiencia estética de lectura. Para ello Chejfec se sirve de un estilo particular, que combina narración, ensayo y registro subjetivo, como un modo de presentar la experiencia literaria (tanto escrita como de lectura) a manera de cruce de saberes y prácticas discursivas diversas. Para varios críticos y estudiosos, Chejfec propone una literatura sobre lo social según presupuestos estéticos de esta época, que proponen interrogantes acerca del sentido de su propio discurso. A la vez, compone un tipo de relato que requiere del lector una participación infrecuente: como si se tratara del espectador que debe construir la instalación verbal que está observando. Los argumentos de sus obras pueden resumirse por lo general en un breve párrafo; pero el sentido de sus narraciones no pasa completamente por el resumen de los argumentos, sino por el desarrollo de la misma narración. “La marca de un tipo de escritor es la forma de su frase. En el caso de Chejfec, la frase es muchas veces tentativa: toma para varios lados al mismo tiempo; admite incidentales y se interrumpe para desviarse, en una adversativa, corrigiendo lo que ya ha sido dicho para retomarlo enseguida desde otro ángulo. De modo sorprendente, pese a su disposición sinuosa e incluso traicionera, la frase de Chejfec es sólida desde el punto de vista constructivo y dubitativa desde el punto de vista semántico”. Beatriz Sarlo L ![]() “[…] para Rose y para Félix caminar se ha convertido en una especie de latiguillo dramático, es la acción en la que caen siempre porque, al conocerla bien, hasta en sus detalles más triviales, omitir cualquier otra alternativa los libera de potenciales riesgos. Pero en contra de lo que podría desprenderse de este hecho, caminar consiste al mismo tiempo en el punto supremo de realización compartida. A Félix le ocurre pensar que los encuentros con Rose son intentos de conciliar los extremos de una misma experiencia: el lugar común –la cosa de todos los días, sin mayor significación– y el trance mayor –el momento culminante, el de máximo significado–.” Rose y Félix se reúnen a conversar una vez por semana. El escenario es una gran ciudad que al narrador no le preocupa identificar. Rose es una actriz poco conocida, prácticamente vocacional. En sus encuentros, hablan sobre el pasado y el presente, sobre las familias y la comida, sobre la ciudad, los animales y la gente en general. El libro parece la descripción de una extensa conversación durante un largo paseo, pero en realidad se trata de varios encuentros encadenados alrededor de temas recurrentes. Llega un momento del relato en que no es importante de qué encuentro entre Rose y Félix se trata, porque la anécdota del presente de la historia queda en segundo plano frente a lo que ha ocurrido en el pasado y lo permanente. El título de la novela es el leit motiv por momentos oculto de la historia. En el taller de teatro le asignan a Rose la tarea de representar la experiencia más dramática de su vida. Ambos amigos, sin advertirlo, comienzan a comunicarse de acuerdo a los varios sentidos que puede tener la formulación. ¿La experiencia dramática es un evento escénico? ¿Es teatral porque ha sido dramática? ¿Es dramática en el sentido de traumática o dolorosa? ¿Tiene que ser una experiencia propia? ¿Es necesario que haya sido vivida –o representada o percibida—como dramática cuando ocurrió? ¿O es válido que sea dramática sólo por sus consecuencias? Rose es nativa de la ciudad, Félix es extranjero. Esta diferencia acentúa las divergencias, tanto de sus premisas sobre el tema como de sus puntos de vista. Sin embargo, las circunstancias objetivas no resultan decisivas. Lo importante para ellos es sostener la comunicación en medio de una ciudad que finge ser escenario de sus pasos; o al revés: ellos como actores que sostienen un diálogo teatral y simulado sobre el fondo de una ciudad representada como la medida verdadera de sus pasos. El espacio urbano, o la ciudad como escenografía “Navegantes de la soledad, buceadores en un medio hostil. Félix puede encontrar una cantidad de denominaciones o metáforas equivalentes. Cuando andan juntos por ahí Félix siente que la ciudad, con toda su maquinaria de funcionamiento más o menos sincronizada, existe como versión paralela del silencio y abandono preponderantes en estas manzanas. Es algo parecido a una ficción física: un escenario fabricado se ha erigido para que Rose y Félix, los dos juntos y cada uno, con la parte de nociones de verdad que les corresponden, se sientan a sus anchas y olviden el área de la ciudad que más aprecien, durante el tiempo que quieran, como si se tratara de interrumpir con intervalos la vida habitual.” Tal como sucede en otras novelas de Chejfec, en La experiencia dramática hay muy pocos personajes y viven una serie de experiencias mínimas: trascendentes o banales, pero siempre tan acotadas que parecen ser un poco artificiales. En sus ensayos y comentarios, Chejfec suele tomar la literatura como una mezcla de determinación e indeterminación. En sus obras las cosas resultan muy precisas, pero al mismo tiempo son definitivamente imprecisas. Esta suerte de oscilación entre mirada flotante y observación por momentos maniática, también se verifica en La experiencia dramática. El relato es el desarrollo de una larga secuencia de pensamientos relacionados que a veces, pero no siempre, pertenecen a los personajes. Mientras tanto, una ciudad medio irreconocible viene a ser la escenografía de las acciones disminuidas. Podría decirse la ciudad como escenografía mínima y necesaria, no recargada –tal como una buena escenografía teatral. Dijo la crítica “La escritura de Sergio Chejfec pertenece a las escrituras intelectuales, es decir a una forma de narrar tejida con interpretaciones que hacen el personaje o el narrador y que son inseparables de la acción narrada: una especie de comentario de base. (...) Se trata de un tejido hecho con dos hebras, la narrativa y la interpretativa, que no pueden separarse, porque la segunda produce imágenes, comparaciones, digresiones, que acompañan a la primera como una especie de color segundo.” “En Mis dos mundos Chejfec lleva a un límite cualidades de su narrativa anterior. Escritor recatado y enigmático, excéntrico por originalidad de lo que hoy es la literatura, Chejfec alcanza una especie de tranquila soledad en el espacio nervioso de las novedades literarias. Se tiene la impresión de estar frente a un escritor completamente libre de cálculo, que confía encontrar sus lectores sin salir a buscarlos.” Beatriz Sarlo Parece obvio, y acaso debería serlo, pero no lo es: por contraste con la profusión de libros tan sólo redactados o tan sólo armados, en libros como los de Chejfec y Pauls (o en los de Marcelo Cohen, por ejemplo, los de Juan José Becerra, los de Oliverio Coelho, por ejemplo) se acentúa la percepción de que están escritos (en el sentido y con la intensidad en que sólo puede estar escrita la literatura).” Martín Kohan “Chejfec escribió una de las obras más radicales, agudas, complejas y eruditas de la literatura argentina contemporánea.” Damián Tabarovsky “En el marco de nuestro «arte crepuscular», caracterizado por la decepción, por la ironía y por «incertidumbres directas sobre el sentido», hay pocos creadores que estén trabajando en la línea de Chejfec, y aún menos en castellano. La línea de la exploración de la crisis agónica del lenguaje como representación de lo real externo y de lo subjetivo, en la tradición de la Carta a Lord Chandos, que cuenta entre sus cultivadores a W.G Sebald y Peter Handke, o autores como J.M. Coetzee, tiene posiblemente su mayor representante en nuestra lengua a Sergio Chejfec.” Jordi Carrión “Chejfec explora otra cosa: la posibilidad de una intervención que concierna a las cuestiones éticas y aun políticas que nos importan, pero que no pase por la ejecución de un gesto crítico. Esto se vincula a la voluntad del escritor de verificar la capacidad de la prosa para suscitar una cualidad de irradiación a la cual preferiría llamar, no belleza, sino “apostura”, cualidad que está asociada a formas, también a frases, que no buscan un argumento en particular.” Reinaldo Laddaga “Chejfec pertenece a un linaje de la prosa ficcional argentina caracterizada por una cierta desaceleración reflexiva del relato. No se trata de que “ocurran pocas cosas” – al contrario, sucede mucho en sus novelas–, sino que el lenguaje establece con el acontecimiento una relación que lo obliga a proponer diferentes ángulos para describirlo. El epítome de esa tradición multi-perspectivista es Juan José Saer, que burila al máximo el relato (y la frase), que procede regresando y acotando el relato (o la frase) anterior. Pero si en Saer todavía existe un movimiento semicircular o espiralado de cierta grandiosidad novelística, un “eterno retorno” reiterado no solo dentro del mismo relato, sino también de un libro a otro, Chejfec sostiene una estrategia pensante, y sus frases, o los pequeños núcleos narrativos de sus novelas, regresan al material anterior en una coreografía de movimientos más erráticos y discontinuos. El resultado es una poderosa reflexión sobre el lenguaje y la memoria, en la que el énfasis recae sobre la opacidad, el desconcierto, el sentido. Es un territorio de incertidumbre. No parece haber aquí progresión temporal de las acciones. Sus narraciones tienen lugar en un tiempo espacializado, en el que los acontecimientos coexisten como en una multiplicidad de capas. En parte por esto, y en parte por la voz susurrada, meditativa del narrador, los personajes de Chejfec no suscitan catarsis o identificación. Estamos lejos del paradigma dialéctico de ascenso, clímax y caída.” Idelber Avelar “Ante Chejfec, en una primera impresión recordamos a muchos autores admirados, y en un segundo momento —más sólido y perdurable en el tiempo— advertimos que no se parece a nadie y que ha elegido un camino insólito, único, muy diferenciado, que tarda en distinguirse a causa de las exigentes y muy personales búsquedas que el propio autor realiza en su narrativa. (…) Chejfec —muy injustamente poco conocido entre nosotros— destaca entre los novelistas que de un tiempo a esta parte vienen esforzándose por traducir sus historias al pensamiento narrado, género del que, aun no sabiéndose mucho, se sabe al menos que escapa con inteligencia ensayística de la corriente de aire limitado de los grandes novelistas con tendencia obtusa al desfile cinematográfico de las cosas.” Enrique Vila-Matas |