16. 3 La integración en europa. España en la unión europea. EL PAPEL DE España en el contexto internacional






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fecha de publicación23.06.2015
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HISTORIA DE ESPAÑA TEMA 16: LA ESPAÑA ACTUAL

16.3 LA INTEGRACIÓN EN EUROPA. ESPAÑA EN LA UNIÓN EUROPEA. EL PAPEL DE ESPAÑA EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL
La firma del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea el 12 de junio de 1985 y su incorporación efectiva, desde el 1 de enero de 1986, marcó un hito en la historia contemporánea de España. Por fin, la gran aspiración de la mayoría de la sociedad, la homologación con los países del entorno europeo, se hizo realidad.
Las condiciones de ingreso en la CEE
Las negociaciones de entrada coincidieron con la crisis de 1979, provocada por el segundo shock petrolífero, lo que endureció las condiciones de ingreso de España:


  • En agricultura, los países miembros se mostraron temerosos del impacto que supondría la integración de España para el sector agrícola y para la Política Agraria Común; como consecuencia se impusieron importantes medidas cautelares, sobre todo referidas a sectores competitivos como la producción de frutas y verduras.




  • El sector industrial quedó condicionado por el desarme arancelario que debía quedar completado en 1992; con ello, la Comunidad Europea pretendía desterrar las tradicionales prácticas proteccionistas del capitalismo español.




  • Todos los sectores de la economía española tuvieron que adecuarse a un modelo económico abierto, cuyos límites legislativos vendrían marcados por la propia Comunidad Europea. En junio de 1985 se aprobó el Mercado Único (que establecía la libre circulación de mercancías, servicios, trabajadores y capitales en los países miembros), que supuso la internacionalización de la economía española.


El nacimiento de la Unión Europea y los criterios de convergencia
En 1992, se firmó el Tratado de Maastricht, por el que la CEE pasó a denominarse Unión Europea y por el que se establecieron una serie de reformas (de ámbito económico y social) para profundizar en la unión económica. La creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM) fue el logro más importante, destinado a sustituir al sistema monetario europeo. En Maastricht se estipularon los criterios de convergencia económica que darían derecho a los Estados a formar parte de la Unión Económica y Monetaria:


  • La tasa de inflación no podría superar en más de un punto y medio la media de los tres países de la Unión con menor inflación.

  • El límite para el déficit público se situó en el 3% del PIB

  • Los tipos de interés no debían ser mayores a dos puntos por encima de cómo fueran en los tres países con menores tipos. Además, había que mantener un tipo de cambio estable.


Cuando se aprobó el I Programa de Convergencia, los objetivos parecían factibles para una economía española que ofrecía una inflación descendiente, un crecimiento superior al 2% del PIB, y un déficit y una deuda pública próximos a los límites establecidos.
Pero el escenario económico cambió radicalmente en 1992, cuando el boom económico de la segunda mitad de los ochenta terminó de forma abrupta. En 1993 los países de la Unión Europea presentaban cifras negativas de crecimiento, lo que obligó a Italia y a Gran Bretaña a abandonar el sistema monetario europeo, y a los gobiernos a desentenderse de los objetivos establecidos por los programas de convergencia.
En España la crisis llegó con cierto retraso (como consecuencia de los acontecimientos de 1992: Juegos Olímpicos y Quinto Centenario), pero desde 1993 se instaló con fuerza (el déficit público pasó del 4,4 al 6,78%, la demanda interna cayo cuatro puntos porcentuales y la peseta se devaluó más de un 7%). Los efectos más graves de la crisis se dejaron sentir en el desempleo, que en diciembre de 1993, se situó en el 23,9% de la población activa.
Este incremento no pudo ser frenado ni por la reforma del mercado de trabajo que se introdujo en 1994, que introdujo una fuerte flexibilización de los sistemas de contratación; estas medidas fueron incapaces de frenar el aumento del paro, sobre todo el que afectaba a las mujeres, jóvenes y parados de larga duración. El impacto del desempleo, no obstante, quedó amortiguado por una serie de factores:


  • Las ayudas desplegadas por el Estado del bienestar (prestaciones sociales)

  • El papel de la familia, mediante la prolongación de la permanencia de los hijos en el hogar familiar, lo que atenuó el efecto del desempleo juvenil y de la precariedad de los contratos ofrecidos a los jóvenes.

  • La economía sumergida, que permitió obtener recursos a las familias afectadas.


La convergencia con Europa
La crisis económica coincidió con el inicio de la erosión electoral del PSOE, lo que condicionó la capacidad de actuación del Gobierno. Pese a esas dificultades, los socialistas fueron capaces, con el apoyo parlamentario de Convergencia i Unió, de articular un programa acorde con los objetivos de Maastricht.
La rápida recuperación económica mostró los efectos de la incorporación de España a la Unión Europea. A diferencia de lo ocurrido en años anteriores, la crisis fue tan aguda como corta en el tiempo, y en 1994 el crecimiento ya superaba el 2% del PIB. El empleo comenzó a recuperarse lentamente, la inflación descendió a mínimos históricos y el déficit se redujo en más de dos puntos porcentuales. También los tipos de interés descendieron casi un 50%.
Esta recuperación acercó a España al cumplimiento de los criterios de Maastricht. Las elecciones de marzo de 1996 dieron el triunfo al Partido Popular, cuyo programa económico continuó a grandes trazos el del último gobierno socialista respecto al cumplimiento de los requisitos para formar parte de la Unión Económica y Monetaria.
España en la Europa de Maastricht
El tratado de Maastricht fue el resultado de un proyecto impulsado por Jacques Delors, Helmuth Kohl, Francois Mitterand y Felipe González. La nueva Unión Europea incrementó la unión económica y monetaria como antesala de una mayor integración política.
Ejemplos de la importancia de España en la Unión Europea fueron el nombramiento de Manuel Marín como vicepresidente de la UE (de 1986 a 1999) y de Loyola de Palacio, también como vicepresidenta (de 2000 a 2004); de José María Gil Robles (1997 a 1999) y de Josep Borrell (de 2004 a 2007) como presidentes de Parlamente Europeo; y de Javier Solana como Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común desde 1999.
Después de la llegada del PP al Gobierno en 1996, la contribución de España al proceso de integración europea se mantuvo en un ambiente político marcado por una relativa pérdida de fuerza del llamado europeísmo a favor de un renovado protagonismo de los Estados.
José María Aznar se sintió cómodo en este nuevo escenario donde jugó un importante papel en las reformas del Tratado de Maastricht, obligadas ante el horizonte inmediato de la incorporación de los países del este de Europa:


  • En 1997 se firmó el tratado de Amsterdam. (Revisó los resultados de Maastricht y acordó avanzar en la consecución de sus objetivos).

  • Ese mismo año se aprobó la Agenda 2000, donde se fijaron los objetivos para la Unión del siglo XXI, centrados en el fortalecimiento de las instituciones y la ampliación hacia el Este.


El proyecto de Constitución europea y el Tratado de Lisboa
Según el Tratado de Maastricht, la unión económica debía ser el preámbulo de una mayor integración política. Para tal propósito, la Convención Europea, bajo la presidencia de Valéry Giscard d´Estaing, elaboró un proyecto de Constitución Europea que se presentó en 2003.
Las negociaciones del Tratado de Niza habían situado a España en una estrategia euroescéptica.
Debido a los recelos sobre financiación de la ampliación europea hacia el este y al reparto de poder de las instituciones a los nuevos miembros, sobre todo la relación con Polonia. Además, por el cambio de prioridades estratégicas desarrollado por el Gobierno de José María Aznar se había abandonado la tradicional vinculación española al eje franco-alemán para plegarse a una nueva adhesión atlántica (con EEUU y Gran Bretaña).
Esta reorientación de la política exterior española no tuvo continuidad con José Luis Rodríguez Zapatero, quien restauró la prioridad de la relación con la Unión Europea y marcó distancias con la línea geoestratégica de la Administración Bush, postura materializada en la retirada de tropas españolas de Iraq.
Sin embargo, el nuevo Gobierno de Rodríguez Zapatero se mostró como uno de los más firmes respaldos del proyecto de Constitución Europea, de ahí que España fuera el primer Estado en el que el texto fue sometido a referéndum, y aceptado por la mayoría de los votantes.
La ratificación del texto quedó paralizada tras el rechazo de Francia y Holanda en sendos referéndums celebrados en 2005.
Para intentar solventar la crisis abierta por la paralización del proyecto de Constitución, en 2007 se firmó el Tratado de Lisboa, que pretendió ofrecer una versión reducida de la Constitución. Sin embargo, su rechazo por Irlanda después de un referéndum supuso un nuevo frenazo al proceso de unión política, que quedó en suspenso y a la expectativa de nuevas iniciativas.
PROYECCIÓN INTERNACIONAL DE ESPAÑA

España en América Latina
La implantación de la democracia en España marcó el comienzo de una política de acercamiento a Latinoamérica, que desde entonces se ha convertido en uno de los principales ejes de la política exterior. España actúa en gran medida de puente entre la Unión Europea y los diversos movimientos de integración regional que se están desarrollando en América Latina, de ahí que su influencia en la zona sea considerable.
A propuesta de España, en 1991 se crearon las Cumbres Iberoamericanas. Esta iniciativa ha permitido estrechar e intensificar las relaciones con América Latina en los planos político, económico y cultural, y ha servido como foro para resolver los conflictos en el ámbito regional.
Las cumbres se celebran anualmente, y a ellas asisten los jefes de Estado y de Gobierno de los países participantes. Cada reunión se dedica a un tema central que es objeto de una declaración final. En torno a ellas han surgido otros organismos.
El estrechamiento de las relaciones con América Latina, unido al crecimiento económico registrado desde el ingreso de España en la Unión Europea, se tradujo en un incremento sostenido de la ayuda al desarrollo dirigida hacia los países latinoamericanos con menor renta, particularmente a los de Centroamérica.
El nuevo marco de cooperación iberoamericana facilitó la expansión de las empresas españolas en América Latina. El comercio y la inversión directa no han dejado de crecer, y España se afianzó como el primer inversor europeo, tan solo superado por Estados Unidos.
ESPAÑA EN ÁFRICA Y EN ASIA
Las relaciones con los países del norte de África son fundamentales para España, de ahí que jueguen un papel clave en la política diplomática de cualquier Gobierno español:


  • Argelia. Su importancia viene determinada por la dependencia energética, pues Argelia es principal proveedor de gas natural de España. En torno a esta relación se han erigido grandes obras de infraestructura conjunta, como el gasoducto que conecta ambos países a través del mar Mediterráneo.

  • Mauritania. Su proximidad a las Islas Canarias y el creciente control de los flujos migratorios ilegales por parte de Marruecos, hicieron de las costas mauritanas el nuevo foco de atracción para las redes mafiosas que controlan la emigración ilegal. Los acuerdos suscritos entre los gobiernos de España y Mauritania frenaron la llegada de cayucos desde este país.

  • Marruecos. Desde el restablecimiento de la democracia, las relaciones con Marruecos han sufrido diversos altibajos; la etapa de máxima tensión coincidió con la etapa de gobierno de José María Aznar. Tras la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero, las relaciones mejoraron notablemente. La importancia de las relaciones con Marruecos viene determinada por un cúmulo de factores:

    • Su proximidad a la Península.

    • La importante presencia de ciudadanos de origen marroquí.

    • Ceuta y Melilla ah sido dos focos de tensión entre los dos países, pues Marruecos reclama su soberanía.

    • La ocupación marroquí del Sahara Occidental en 1975 pesa en las relaciones pues España tiene una deuda moral con el pueblo saharaui.

    • Disputa de recursos petrolíferos en la región oceánica entre Marruecos y las Islas Canarias.

    • Presencia de de numerosas empresas españolas.


Por otra parte, el ascenso del terrorismo islamista, influido por Al Qaeda, en la región norteafricana ha provocado que la importancia estratégica y para la seguridad de España aumente considerablemente. Los atentados de Casablanca en 2003 pusieron de manifiesto este peligro, peligro que se materializó el 11 de marzo de 2004 en Madrid pues los integrantes de las células terroristas responsables de la acción eran originarios de Marruecos y Argelia.


  • África Subsahariana. La presencia española en esta zona ha sido tradicionalmente escasa, a excepción de Nigeria, segundo país proveedor de gas natural, y Guinea Ecuatorial, colonia española hasta 1968, donde España todavía conserva intereses comerciales.


España y Asia
La presencia española en Asia es todavía anecdótica. No obstante, en los últimos años se han incrementado los flujos comerciales con algunos países; la balanza comercial con Asia es claramente desfavorable, pues a los importadores tradicionales como Japón o Corea del Sur, han venido a sumársele otros como India y, sobre todo, China, que desde 2008 es el segundo país de donde proceden las importaciones españolas.
España y Oriente Próximo
El papel de España en la zona se vio reconocido con la celebración, en 1991, de la Conferencia de Paz de Madrid, impulsada por el Gobierno español y auspiciada por Estados Unidos y la Unión Soviética con el fin de poner en marcha un proceso de Paz en Palestina.
ESPAÑA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO XXI

Uno de los grandes elementos de la proyección internacional y de contribución española a la paz del mundo ha sido el desempeñado por miles de cooperantes, que desde su participación en proyectos auspiciados por la ONU o a través de la cooperación al desarrollo impulsada por las organizaciones no gubernamentales ha tenido una presencia cada vez más destacada desde los años noventa del siglo XX.
La labor de sensibilización social desarrollada por las ONG en España ha logrado, en apenas dos decenios, amplias e inmediatas respuestas de la sociedad española.
Otra de las líneas de actuación desarrolladas por la política exterior española en los últimos años ha sido la participación en misiones de paz enviadas por Naciones Unidas a diferentes zonas del planeta con el objetivo de poner fin a un conflicto o supervisar y garantizar su cumplimiento.



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