Tema 10. Sublevación militar y guerra civil (1936-1939). Dimensión política e internacional del conflicto. Evolución de las dos zonas. Consecuencias de la guerra






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2º Fase: de la batalla del Jarama a la batalla del Ebro (enero1937-noviembre 1938):

La contienda crecía en envergadura desde finales de 1936 debido a la ayuda exterior a ambos bandos, y de los movimientos de pequeñas columnas se pasa a las grandes ofensivas y contraofensivas.

Desde el punto de vista militar, la guerra adquirió entonces un carácter moderno, que anunciaba lo que iba a ser la II Guerra Mundial: la aviación comenzó a ser el arma fundamental, por su capacidad de observación y ofensiva; la caballería fue sustituida por el carro de combate; se llegó al concepto de “guerra total”, al ser bombardeadas las ciudades con el consiguiente sufrimiento de la población civil y se intensificó la “guerra psicológica”, utilizando la radio (charlas radiofónicas de Queipo de Llano), los periódicos y la llamada “literatura de trinchera” (Miguel Hernández, José Mª Pemán). Además, los Estados Mayores comenzaron a aplicar los principios de la Geopolítica a la estrategia militar.

Durante el año 1937 la ayuda italiana y alemana en carros de combate, aviación (“Legión Cóndor” alemana), submarinos y soldados (70.000 italianos) a los nacionales, fue compensada por la llegada de las Brigadas Internacionales, de inspiración comunista, y material bélico de origen soviético al bando republicano, que tuvo que pagar esa ayuda con reservas estatales de oro. La intervención extranjera amenazó con internacionalizar la guerra de España. Entonces, por iniciativa de Inglaterra se creó un Comité de No Intervención, al que se adhirieron todas las potencias, excepto Rusia. El peligro de que la Guerra española pudiera provocar una guerra europea desapareció, aunque los distintos países siguieron vendiendo discretamente armas a los españoles, algunos, como Inglaterra, a los dos bandos.

Los americanos por su parte, al tiempo que admitían el envío de voluntarios a las Brigadas Internacionales, vendían combustible a los nacionales.

Franco intentó por segunda vez tomar Madrid, pero fracasó en la Batalla del Jarama, saldada con 40.000 bajas de ambos bandos, una de las más encarnizadas de la guerra, y la de Guadalajara, donde las tropas italianas enviadas por Mussolini fueron derrotadas. Entonces Franco cambió de estrategia. Aceptó la idea de una guerra larga y centró sus esfuerzos en la zona republicana del Norte. Conquistó Vizcaya (junio), Santander (agosto) y Asturias (octubre).

Durante esta campaña tuvo lugar el bombardeo de Guernica. La Legión Cóndor, bombardeó Bilbao, una ciudad sin interés militar y la arrasó. Este acto luego, en la II Guerra Mundial, se convirtió en rutinario. Éste bombardeo inspiró a Picasso su célebre cuadro.

3ª Fase: Batallas decisivas de 1938 y fin de la guerra.

A finales de 1937 los republicanos desarrollaron una ofensiva en el bajo Aragón, logrando entrar en Teruel el 22 de diciembre, pero pronto (febrero de 1938) la ciudad fue recuperada por los nacionales, a los que Franco dirigió ahora hacia el Mediterráneo, a donde llegaron en abril, cortando en dos el territorio de la República.

Las tropas republicanas, para frenar el avance de los nacionales hacia Valencia, lanzaron la ofensiva sobre el Ebro, pero la terrible batalla del Ebro, que duró tres meses y medio (julio a noviembre) supuso un gran desgaste: los republicanos perdieron 60.000 hombres. Tras su victoria, los nacionales pudieron conquistar fácilmente Cataluña en enero de 1939, y parte de las fuerzas republicanas se refugiaron en Francia.

Azaña que se había refugiado en Francia (28 febrero 1939), dimitió como Presidente de la República y no fue sustituido por nadie; no obstante, Juan Negrín, Jefe del Gobierno, volvió a Valencia en Avión para dirigir la resistencia de la zona republicana. Pero ya no había nada que hacer, en parte por el golpe de Estado del Coronel Casado, Jefe de Defensa de Madrid que pretendía una paz negociada con los golpistas. Sin embargo, Franco únicamente admitió la rendición sin condiciones. El 28 de marzo las tropas franquistas ocuparon Madrid. Éste hecho tuvo como repercusión inmediata el reconocimiento del régimen de Franco por las principales potencias, y tras ello, el derrumbe definitivo de la República.

Después de la caída de Madrid, cayó sin resistencia el resto del territorio republicano: Ciudad Real, Albacete, Murcia y Valencia. Tras la toma de Alicante, en donde no lograron embarcar 15 000 responsables o combatientes republicanos que fueron hechos prisioneros, la guerra había terminado realmente. El 1 de abril de 1939 el Cuartel General del Generalísimo en Burgos comunicaba el fin de la Guerra.



II- ESPAÑA DIVIDIDA.

Fue una guerra entre las “dos Españas” de las que ya se venía hablando. Con el alzamiento el antagonismo social se radicalizó. Por los nacionales (se designa así al bando que apoyaba el alzamiento) lucharon tanto aquellos que querían mantener sus intereses o su privilegiada situación de antes de la República (aristocracia, alta burguesía, grandes terratenientes), como los que preferían el orden a la situación anárquica que se vivía en los últimos años republicanos, o los que temían la descristianización de España. En general se les identifica como la derecha, pero incluye a gente de muy diversa condición. Por los republicanos (rojos), se alinearon tanto los que deseaban un sistema de libertades públicas, como los que preferían la dictadura del proletariado (comunistas) a través de un Estado dueño de todos los medios de producción (es decir un sistema como el que se estableció en la URSS tras la revolución bolchevique), como aquellos que pretendían la completa desaparición del Estado (anarquistas). Incluye por tanto a gente de muy diversa ideología. En general dentro de este bando se incluyen las clases obreras a las que se identifica con la izquierda. La clase media quedó forzosamente dividida entre los dos bandos, básicamente por motivos ideológicos e incluso religiosos, ya que la Iglesia fue víctima de persecución en territorio republicano y muchos españoles católicos, se posicionaron ideológicamente al lado de los nacionales porque se oponían a esa represión eclesiástica de los republicanos.
II. -1- LA ESPAÑA REPUBLICANA.

El estallido de la Guerra dejó a ambas zonas en una situación caótica, dado que los cuadros organizativos, militares, etc., se encontraban desarticulados o huidos. Esta situación fue especialmente grave en el territorio de la República, donde el Gobierno que ya iba a remolque de los acontecimientos antes del estallido bélico, se veía incapacitado para ejercer la autoridad a través de los cauces institucionales ordinarios. Aquí, el poder recayó sobre los Comités organizados por los Partidos y los Sindicatos, sobre todo en las ciudades más importantes, donde gracias a la actitud de las milicias había fracasado el alzamiento, como Madrid, Valencia, Gijón o Barcelona. En tales Comités se impusieron casi siempre los líderes obreros, que sustituyeron de hecho la autoridad establecida: es el caso de Cataluña, donde el Comité de Milicias Antifascistas, bajo la hegemonía de la CNT, dirigió las primeras operaciones y dictó las medidas de guerra, ante una Generalitat que se limitaba a dar su aprobación sin apenas objeciones.

La pérdida del control de la situación por las autoridades legales de la República hizo que se desatara inmediatamente el <terror rojo>, como se le denominó desde el bando sublevado, matanzas espontáneas y descontroladas de las que fueron víctimas muchas personas derechistas, eclesiásticos, terratenientes o gentes simplemente adineradas, supuestamente contrarias a la República. El terror rojo disminuyó a principios de 1937, una vez pasados los primeros meses de la guerra. Durante este tiempo había tenido lugar el fusilamiento, de los generales Goded y Fanjul, y del fundador de Falange José Antonio Primo de Rivera. La matanza de presos, las tristemente célebres “sacas”, alcanzó su máxima expresión con el fusilamiento de más de 12000 detenidos preventivamente en diferentes cárceles de Madrid; los presos, con el pretexto de que iban a ser trasladados a Valencia, donde estaba el Gobierno de la República, fueron desviados de su ruta y fusilados en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz.

Las primeras medidas del Gobierno republicano estuvieron mediatizadas por la iniciativa de los Comités y de los Partidos y Sindicatos obreros, que se hicieron en la práctica con el control de los transportes, servicios urbanos, suministros militares, fábricas y talleres, muchos de ellos propiedad de empresarios ejecutados o huidos. Prueba de ello es que el día 2 de agosto de 1936, el Gobierno Giral se incautó por decreto de diversas empresas, aunque en realidad estas ya habían sido ocupadas o incautadas por los Comités. Fueron igualmente inmovilizados los capitales de cuentas corrientes y depósitos, y se prohibió la transmisión de bienes inmuebles. En el campo también fueron ocupadas las fincas de los propietarios fusilados o huidos. Estas tierras no eran siempre latifundios, sino propiedades medias e incluso pequeñas en muchos casos, pero todas ellas fueron colectivizadas allá donde existía una fuerte presencia de socialistas o anarquistas y, en menor medida, de comunistas. También fueron incautadas todas las propiedades de la Iglesia.

La España republicana asistía en el verano de 1936 a una auténtica revolución social, en el que se reflejaron dos tendencias: por un lado, comunistas, socialistas moderados y republicanos partidarios de encauzar la revolución hacia una economía de guerra que permitiera vencer a los sublevados, como objetivo primordial. Por otro lado, anarquistas, trotskistas y socialistas radicales, convencidos de la necesidad de abordar las colectivizaciones y de llevar la revolución a sus máximas consecuencias.

Las tensiones internas no hicieron sino debilitar la capacidad de reacción de la República. Los sucesos de mayo en Barcelona, con un saldo de casi 500 muertos, llevó al exterminio o neutralización de los anarquistas y del POUM, incluso de su líder Andréu Nin, asesinado por agentes de la policía soviética. Tras éstas, el PCE logró la ilegalización del POUM con el pretexto de que trabajaba para el fascismo. En agosto, el Gobierno intentó regular las milicias para convertirlas en un ejército popular: el día 3 se establecieron los Batallones de Voluntarios, inferioridad militar era patente pese a los esfuerzos de los oficiales republicanos. El 5 de septiembre se formó un nuevo Gobierno de unidad, con socialistas, comunistas, republicanos y nacionalistas, presidido por Largo Caballero. Pocos días después, el 1 de octubre, las Cortes aprobaban por unanimidad el Estatuto Vasco, y José Antonio Aguirre se convertía en el primer Lehendakari.
II.- 2- LA SITUACIÓN EN LA ESPAÑA NACIONAL.

En el territorio sublevado existían igualmente muchas corrientes ideológicas, incluso opuestas, pero, aquí se impuso desde el principio la más férrea unidad, tanto en el terreno militar como en el civil, una de las causas más importantes que determinaron la victoria .

En el plano de lo civil, el aglutinante más poderoso fue sin duda el sentimiento religioso y el temor a la revolución. La revolución, que intuían como radical, ponía seriamente en peligro, no ya sus intereses sino también sus vidas. Por esta razón se justificaba la sublevación como acto contrarrevolucionario y preventivo.

La convicción unánime de la necesidad de ganar la guerra llevó a la unificación inmediata de las fuerzas de derecha. Franco, temeroso de que las diferentes fuerzas existentes en su bando provocaran disensiones similares a las del campo republicano, concluyó en el mes de abril de 1937 el Decreto de Unificación, hito fundamental hacia la constitución de un partido único con carlistas y falangistas. Este hecho, favorecido por el fusilamiento del fundador de la Falange, provocó una verdadera avalancha de gentes que se afiliaron al partido único. Grupos o partidos anteriores, como la CEDA, se disolvieron en la práctica y muchos de sus afilados pasaron a integrarse en aquel. De acuerdo con este Decreto de Unificación Franco sería el jefe de este partido único.

En el terreno militar, el fallecimiento de Sanjurjo en accidente de aviación facilitó el tránsito hacia la jefatura única. Desde principios de la guerra (24 de julio 1936) había funcionado en Burgos una Junta Defensa Nacional, como órgano provisional del nuevo Estado, presidida por el general Cabanellas. La Junta contó con la asistencia de unos comités que inmediatamente decretaron las primeras medidas, tales como el restablecimiento de la bandera roja y gualda y la extensión del estado de guerra a todo el territorio, lo que se tradujo en la militarización a ultranza de toda la vida política, económica y social en la zona nacional.

Como vemos el embrión del nuevo Estado empezó a fraguarse desde los primeros momentos.

La rebelión armada contra el Frente Popular tomó rápidamente un giro antirrepublicano para transformarse en Alzamiento Nacional y en Cruzada, con lo que se definían dos características fundamentales del Estado franquista: el nacionalismo español contra el internacionalismo que defendían los marxistas, y el catolicismo frente al ateísmo de marxistas y no marxistas.

La Junta de Defensa Nacional manifestó pronto sus insuficiencias en el terreno político y, sobre todo, en el militar; tantas, que algunos generales monárquicos, como Kindelán, Orgaz…, y otros que habían ascendido por méritos africanistas, como Millán Astray y Yagüe, se manifestaron a favor de la jefatura única, que al final recayó sobre otro africanista: el general Franco, que había visto aumentado su prestigio militar tras la operación del traslado del ejército de África a través del Estrecho, la rápida conquista de Extremadura y el impacto propagandístico que representó la liberalización del Alcázar de Toledo.

La proclamación de Franco como Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los ejércitos configuraría un perfil fundamental del régimen futuro. La victoria militar le convertiría además en Caudillo, y más adelante en Caudillo de España

La centralización del poder determinó en la España franquista que todos los recursos fueran encaminados a ganar la guerra, tesis que mantenían los comunistas en el bando opuesto. Con la creación del Servicio Nacional del Trigo, que regulaba la compra y distribución de un alimento fundamental, se garantizó el suministro de las tropas y se evitó la hambruna que se abatió sobre el campo republicano a partir de 1938.

Tras el Decreto de Unificación, con la creación de la Junta Política y del Consejo Nacional, la centralización del poder se substanciaba en torno al general Franco y del partido único, bases fundamentales del Estado, que empezaba a definirse como Movimiento Nacional. Paralelamente se fue creando una organización sindical de estructura corporativa, muy similar a los de la Italia fascista y se creaba también el SEU (Sindicato Español Universitario) junto con la Ley de Administración Central del Estado, que concedía amplias atribuciones ejecutivas, legislativas y judiciales al Caudillo.

El <terror blanco> se desencadenó igualmente sobre el territorio franquista, si no por las mismas causas que en el campo republicano, sí al menos con los mismos objetivos: la eliminación del adversario y su paralización por el miedo. El terror se sustanció igualmente en ejecuciones individuales y en matanzas colectivas.
III- LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA GUERRA CIVIL

La Guerra Civil dejó de ser rápidamente un conflicto interno para adquirir dimensiones internacionales. Aunque fuera un conflicto interno con las características propias se una población muy polarizada, tanto social, económica como ideológicamente, la Guerra civil estalló en un momento crítico de las relaciones internacionales. Ante la crisis de los años 30 se estaban enfrentando las “soluciones” democrática y totalitaria. Las grandes democracias europeas (Francia y Reino Unido) frente a los totalitarismos fascista y nazi. El miedo al enfrentamiento -y cierto apoyo de algunos miembros del gobierno inglés- con el nazismo justificaba cierta inacción por parte de estas democracias. También es considerada la Guerra Civil como el enfrentamiento entre la civilización occidental y el comunismo ateo. Sobre nuestro suelo se decidía la gran cuestión mundial: la prevalencia de los valores democráticos sobre el totalitarismo Era en definitiva, el anticipo del gran dilema que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial

Una vez que se consolidó el alzamiento militar y la victoria en tablas inicial, dejó partido en dos el territorio español, los ojos del extranjero se fijaron en nuestro país, conscientes de que en la guerra de España se dirimía algo más que una cuestión de poder.. No es difícil entender, por tanto, que cada uno de los bandos en guerra tuviera sus propios patrocinadores, en la medida en que cada una de ellas asumía como propia la ideología de los bandos combatientes, y su modelo de Estado y sociedad, a pesar de las recomendaciones del Comité de No Intervención.

La Guerra impulsó un sentimiento de solidaridad internacional en favor de la república española.

En general la opinión pública mundial estuvo a favor de la república excepto los conservadores que veían el alzamiento de Franco como un freno al comunismo. También el catolicismo tradicional estuvo con los rebeldes (Irlanda mandó voluntarios como respuesta a los asesinatos de religiosos). El papado tardó mucho tiempo en pronunciarse y estuvo apoyando a Franco.

La reacción inicial del gobierno francés del Frente Popular fue prestar ayuda, pero no se puso en práctica, sobre todo por la actitud neutralista del gobierno conservador del Reino Unido, que temía que cualquier intervención en el conflicto español pusiera en peligro su política de apaciguamiento de la Alemania nazi. A finales de agosto de 1936, 27 países, incluidos Alemania, Italia y la URSS firmaron el Acuerdo de No Intervención, por el que se prohibía la exportación a España y de armas, municiones y todo tipo de material de guerra. El gobierno demócrata de USA no firmó el acuerdo pero mantuvo la neutralidad.

En la práctica el Acuerdo de No Intervención fue una farsa porque lo sublevados recibieron ayuda de Alemania e Italia -también recibió apoyo de Portugal- mientras que el gobierno legítimo fue incapaz de comprar armas. Sólo a finales de 1937 consiguió ayuda militar de la URSS y algo de México, que sobre todo fue nación de acogida a los exiliados. La ayuda de la URSS en material bélico (aviones, carros de combate, combustibles), pilotos, técnicos y consejeros políticos fue importantísima para sostener la república y evitar su derrumbe. Pero esta ayuda (pagada siempre en efectivo) no fue tan copiosa y regular como la italogermana. La decisión de Stalin de intervenir en la guerra civil respondió sobre todo a razones políticas y estratégicas. Una derrota de la república debilitaría a Francia y fortalecería al eje nazi-fascista. Esta ayuda hubo de pagarse por lo que Largo Caballero envió las reservas de oro del Banco de España a Moscú.

A modo particular y organizado por los sindicatos y organizaciones, diversos voluntarios, obreros, profesionales de las clases medias, intelectuales como Orwell o Hemingway, vinieron a ayudar a la República frente a la amenaza del fascismo. Cubrían un gran abanico ideológico, comunistas, anarquistas, socialistas, demócratas. Se integraron en las Brigadas Internacionales, como las que organizaba los comunistas de la III Internacional, como la Brigada Lincoln en Madrid o las que intervinieron en el frente de Aragón.

Los sublevados recibieron tropas italianas, el Corpo di Truppe Volontaire, así como ayuda armamentística. Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y se sirvió de la guerra para probar algunas de sus nuevas armas. Portugal envió a los “Viriatos”. El bando sublevado no tuvo grandes problemas para conseguir créditos para armas y carburantes. Contaron con la ayuda de capitalistas españoles y grandes multinacionales angloamericanas como Texaco, Shell, Ford y General Motors.
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